lunes, 26 de junio de 2017

Interludio

INTERLUDIO

DESCONOCIDO

TRIBU DE DAN, NORTE DE CANAÁN

Aproximadamente 1.000 Antes de la Era Común

El sol ya no se levantaba sobre Lilith. La luz de la luna ya no se derramaba en sus sueños. Ella se deslizaba a lo largo de los días, todavía llevaba el vestido de novia bordado, ahora sucio de sudor y suciedad, recogiendo miradas nerviosas de otros en su tribu.
Sin Cam, su mundo era sombrío.
En el gris y brumoso amanecer, Lilith estaba serpenteando cerca del río cuando una mano tocó su hombro. Era Dani. No le había visto desde el día en que Cam se fue, y le dolía verlo ahora, porque él era parte del mundo enamorado. Dani no pertenecía a este vacío.
“Es como mirarse en un espejo,” dijo Dani, sus ojos grises estaban llenos de preocupación. “Nunca supe que pudiera hacer mucho daño a alguien más.”
A Lilith siempre le había gustado Dani, pero él podía ser un poco vano. “Dijeron que habías vuelto a tu tribu,” dijo ella.
Él asintió. “Sólo estoy de paso.”
“¿De dónde? ¿Tú...?”
Dani frunció el ceño. “No sé dónde está, Lilith.”
Ella cerró los ojos, incapaz de fingir que eso no era lo que ella había pensado preguntar.
“Ojalá pudiera decirte que es más fácil,” continuó Dani, “pero cuando realmente amas a alguien, no estoy seguro de que alguna vez se haga más fácil.”
Lilith frunció el ceño hacia el chico rubio que tenía delante, viendo el dolor en sus ojos. Liat se había ido hace solo un mes más que Cam, pero Dani hablaba como si él hubiera tenido siglos de angustia.
“Adiós, Dani,” dijo ella. “Te deseo días más felices.”
“Adiós, Lilith.”
Ella todavía llevaba puesto su vestido, se zambulló en el río. El frío del agua le recordó que estaba viva. Se levantó, luego flotó sobre su espalda y vio a un par de estorninos cruzar el cielo. Antes de que ella lo supiera, la corriente la había llevado a una curva, y Lilith se encontró ante un banco familiar de flores silvestres.
Aquí era donde había abrazado por primera vez a Cam, donde sintió por primera vez su caricia.
Se dirigió a la orilla y salió del río, escurriéndose el agua del pelo, sintiendo que el vestido empapado bajaba hacia abajo. Las ramas del algarrobo se extendían hacia ella, familiar como un viejo amante.
Este había sido su lugar antes de que fuera suyo y el de Cam. Apretó las manos contra la áspera corteza del árbol y buscó el hueco donde había guardado su lira. Todavía estaba allí.
La dejó donde estaba.
Retumbó un trueno, y el cielo se volvió ominoso. Una fuerte y fría lluvia empezó a caer. Cerró los ojos y dejó que el dolor de perderle se hinchara dentro de ella.
“Lleva mi amor contigo cuanto te vayas.”
Lilith abrió los ojos, sorprendida por la forma en que la canción se había acercado a ella, como si hubiera sido llevaba bajo la lluvia.
La canción estaba cruda y embrujada, igual que ella.
Ella cantó las palabras en voz alta, cambiando algunas notas de la melodía. Los aplausos venían de encima. Lilith se puso en pie y miró a un chico de su edad sentado en una rama.
“Me asustaste,” dijo ella, presionando su mano contra el pecho.
“Mis disculpas,” respondió el chico. Tenía el rostro cuadrado, el pelo ondulado de color ámbar y los ojos castaños. Llevaba una capa de piel de camello, como la mayoría de los hombres de su tribu, pero bajo ella Lilith notó unos extraños y gruesos pantalones azules que se apretujaban alrededor de sus tobillos y unas brillantes zapatillas blancas atadas de una manera elaborada y entrecruzada por finas cuerdas blancas. Debe haber venido de un pueblo muy lejano.
Él bajó a una rama inferior, observándola. La lluvia brillaba en su cabello. “¿Eres escritora de canciones?” le preguntó.
Detrás de su lira estaba el libro de pergamino que su padre le había regalado. Contenía todas las canciones de Lilith. “Solía serlo,” dijo ella. “Ya no.”
“Ah.” El muchacho saltó de su rama. “Estás sufriendo.”
Lilith no estaba segura de cómo este chico parecía saber lo que estaba sintiendo.
“Puedo verlo en tus ojos,” continuó él. “Todos los grandes creadores de música tienen una cosa en común: la angustia. Es de donde ellos se inspiran.” Él se inclinó hacia delante. “Tal vez algún día le agradecerás a Cam la inspiración.”
El pulso de Lilith se aceleró. “¿Qué sabes de Cam?”
El chico sonrió. “Sé que todavía lo echas de menos. ¿Estoy en lo cierto?”
A lo lejos, Lilith podía ver destellos de su pacífica aldea. Podía oír las voces de sus hermanas.
“Creo que mi angustia ha sido muy profunda,” dijo ella. “Espero que sea lo más profunda, porque no deseo este dolor a nadie.”
Lilith cerró los ojos y pensó en Cam. Había sido todo para ella. Ahora todo se había ido.
“Te mereces una explicación,” dijo el muchacho como si le pudiera leer la mente.
“Sí,” se encontró diciendo Lilith.
“Quieres verle.”
“Desesperadamente.”
“¿Quieres convencerlo de que ha sido un tonto, de haber cometido el mayor error del universo, de que nunca volverá a encontrar amor como el tuyo?” Sus ojos le miraron. “Sé dónde está.”
Ella se levantó, dolorida. “¿Dónde?”
“Puedo llevarte a él, pero debo advertirte: El viaje será largo y peligroso. Y hay otra cosa. No volveré a pasar por aquí.”
Él esperó un momento mientras su significado se hundía. Miró hacia su tribu una vez más e imagino que nunca volvería a oír el crujido de la cosecha de cereales, el tintineo del agua del pozo, la risa de sus hermanas. ¿Vale la pena ver a Cam otra vez?
“¿Cuando podemos irnos?” preguntó ella.
“¿Debo explicar mi propuesta?” dijo el chico.
Lilith estaba confundida. “¿Tu propuesta?”
“Te llevaré a ver a Cam.” El muchacho juntó las manos. “Si los dos os reconciliáis, entonces permanecerán juntos. Pero si tu amor verdadero te rechaza…” En esto, dio un paso amenazador hacia delante. “Te quedarás conmigo.”
“¿Contigo?”
“Mi mundo podría usar un toque de belleza, un poco de inspiración, tu voz, tu poesía, tu alma.” El chico giró su dedo a través de la cadena que llevaba alrededor de su cuello. “Te puedo mostrar lugares que nunca has visto antes.”
Lilith no estaba interesada en ver el mundo. Estaba interesada en ver a Cam. Quería reconciliarse con él, reavivar su amor, y luego, más tarde, cuando todo tuviera sentido de nuevo, matrimonio, una familia, tal como habían planeado.
Miró al muchacho que tenía delante. Ni siquiera sabía su nombre. Algo en él la inquietaba. Y sin embargo, si podía llevarla a Cam...
Alargó la mano hacia el algarrobo para buscar su lira y su libro. ¿Sería ésta la última vez que guardaría su música en su árbol favorito, la última vez que miraría el agua resplandeciente de aquella curva del Jordán? ¿Qué pasa con su familia y sus amigos?
Pero si se quedaba aquí, nunca sabría lo que podría haber sido.
Cerró los ojos y dijo, “Estoy lista.”
El chico le tomó la mano y dijo en voz baja, “Tienes lo que algún día se conocerá como un 'trato'.”

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