lunes, 28 de noviembre de 2016

Capítulo 9

Tess.
El día siguiente no comenzó hasta el mediodía.
Después de nuestros juegos alcohólicos, de la maldad de Q y de mis orgasmos múltiples, estábamos en la cama.
Cuando finalmente nos reunimos en el gran vestíbulo para un desayuno inglés completo, nos pusimos al día con los correos electrónicos y la conversación, nos reímos y sonreímos con un aire relajado de vacaciones con todo el tiempo del mundo.
Había pasado tanto tiempo desde que había estado completamente despreocupada, desde que había visto a Q tan... sereno.
Organizar esto en contra de sus deseos había sido un riesgo. Había estado muy preocupada por decírselo. Pero había dado sus frutos.
Esperemos que el resto de fin de semana siga yendo bien.
Mientras los hombres se ocupaban un poco de la correspondencia y de negocios, las chicas y yo cogimos algunas sombrillas y revistas y nos dirigimos hacia los amplios jardines escondidos detrás de las paredes de piedra.
Para ser invierno, el tiempo era agradable. El sol brillaba fuertemente, haciendo todo lo posible para esconder el frío helado y animarnos a disfrutar de su brillo.
Reclamando tres de las seis tumbonas azules y blancas que ya estaban preparadas para nosotras, pasamos unas horas maravillosas leyendo, tomando el sol y bebiendo daiquiris, antes de que se nos unieran (o más bien nos interrumpieran) nuestros hombres.
Mañana era el cumpleaños de Q, y hoy yo no había planeado nada. No quería meter eventos y horarios en esta escapada. Se trataba de relajarse y recordar lo agradable que era no tener nada que hacer.
Los hombres cogieron las hamacas libres, y en vez de exigir que fuéramos a dar un paseo o nos dirigiéramos río abajo para pescar, todos se pusieron a dormir al sol.
Incluso Suzette y Angelique asintieron mientras yo miraba a mi familia y le agradecía al universo por todo lo que me había dado.
El almuerzo fue servido fuera. Entregado por los atentos criados y colocado en cómodas mesas laterales a la altura perfecta para nuestras tumbonas.
Q masticó lentamente el pan rústico y el paté de pato, su voz francesa era una armoniosa compañía en la fresca tarde. “Buena elección, Tess. Esto... es perfecto.”
Mi piel se estremeció de alegría por haber sido capaz de coaccionarlo e impresionarlo.
Él me llamó la atención, arrastrándome de vuelta a los recuerdos de anoche y de lo que él había hecho. Cómo me había sujetado contra la pared y me había desnudado. Cómo había usado el grueso cordón de las cortinas de terciopelo para sujetarme los tobillos a las muñecas, manteniéndome a su merced. Cómo me había hecho suplicar y se tomó su tiempo, después de la sesión rápida que habíamos tenido en el granero, compensándolo con el lujo de súplicas y órdenes.
Para cuando terminó conmigo, mi culo estaba rojo de su mano, y el placer múltiple había derretido mis entrañas.
Q sonrió, siguiendo mi línea de pensamiento.
Ruborizándome, miré hacia otro lado, terminando mi almuerzo antes de que él pudiera atraerme de vuelta a su guarida y arruinar cualquier esperanza de pasar el resto del día con amigos. Era un maestro del control. Mantenía mi mente puramente en él y nuestro deseo físico el uno para el otro. La intensidad entre nosotros no me daba espacio para preocuparme por lo que él estaba escondiendo.
Tiene algunos días más para decírmelo.
Sólo tenía que esperar a que él cumpliera su promesa.
Una vez que devoramos nuestro almuerzo con uvas crujientes y queso decadente, acordamos unánimamente que dar un paseo sería bueno ahora que el sol había desaparecido detrás de las nubes grisáceas.
Incluso en invierno, Francia era un lugar de vacaciones celestial. No podíamos tomar el sol en bikini, pero una sudadera y unos vaqueros nos mantenían perfectamente calientes. Sin embargo, como nos refugiamos dentro para ponernos zapatillas, chaquetas y sombreros, sabíamos que cuando regresáramos de nuestro paseo, necesitaríamos guantes y fuego.
Cuando nos separamos de dos en dos, cogí de la mano a Q y me enamoré aún más de lo que ya estaba. Todo iba tan bien. Ahora, si pudiera hacer que me dijera lo que le molestaba, todo sería perfecto.

*****************************

“Quiero hacer algo.”
Levanté la vista, porque me estaba cepillando el pelo y preparándome para irme a la cama. “¿Hacer qué?”
Después de nuestro paseo, todos habíamos optado por una cena ligera de carne fría y un yogur con fresas como postre, antes de retirarnos a nuestras habitaciones. Estar fuera todo el día nos había agotado, y yo necesitaba que todos estuvieran con fuerzas para mañana.
“He estado pensando en ello por un tiempo. Incluso traje el equipo conmigo... con la posibilidad de que estuvieras de acuerdo.”
Colocando el cepillo en la encimera de mármol junto al fregadero, me volví para mirarlo. “¿De acuerdo con qué?”
Sus fosas nasales se abrieron cuando salió del baño, dirigiéndose hacia la chimenea. “Mierda, no te preocupes por eso. Ya te he pedido mucho. Es inútil después de haberme marcado como tuyo y haberte marcado como mía.”
Corriendo a través de nuestro dormitorio, mi camisón blanco aleteó alrededor de mis piernas. Se me puso la piel de gallina, en parte por el frío, pero sobre todo por la vacilación de Q. Quería envolverme en la bata. Pero no me detuve. Fui directamente hacia Q.
Las llamas brotaron y crepitaron, arrojando calor. Sin embargo, incluso con el fuego rugiendo, la habitación no estaba tan caliente como en nuestra casa.
Poniendo mi mano sobre tenso antebrazo, le dije, “No, no tienes que hacer eso. Sí, he hecho esas cosas. Pero siempre estoy abierta a más. Quiero saber. Dime qué quieres hacer. Y mientras estás en eso, dime qué más estás escondiendo.”
Él frunció el ceño, rompiendo mi agarre sobre él. Yendo hacia la ventana, respiró con dificultad. La condensación se formó en el panel de vidrio helado. “Eres muy exigente.”
“Y tú no me lo dirías de otra manera.” Crucé los brazos. “Ahora, dime.”
Sin mirarme, murmuró, “Significaría dolor, pero muy por debajo de tu umbral.”
Ignoró deliberadamente mi intento de descubrir lo que escondía, concentrándose en la preocupación actual.
Bien, puedo ser paciente... creo.
“¿Algun vez te he dado alguna razón para insinuar que te diría que no?”
“No, y tal vez ese sea el punto.” Se pasó una mano por el pelo y se volvió hacia mí. “¿No crees que debería haber más límites entre nosotros?”
“¿Límites?” Mis ojos se abrieron de par en par. “¿Qué quieres decir?” Una vez más, el temor de que Q ya no quisiera el mundo violento al que nos entregábamos se deslizó alrededor de mi corazón.
Él dijo que yo lo mantenía enfermo. Que si yo fuera cualquier otra chica que no le gustara el dolor, él habría encontrado una manera de arreglarse y matar cualquier monstruoso impulso que lo atormentara.
Pero si yo fuera una chica que salía corriendo de las esposas y gritaba al ver un látigo, entonces Q nunca me habría visto. Nunca habría notado mi fuerza y voluntad para luchar contra él. Nunca nos habríamos entregado, nos habríamos casado o compartido tantos años divirtiéndonos y experimentando con todo tipo de cosas maravillosamente sexuales.
Me dolía el corazón. Me froté el pulgar en mi pecho. “Q…”
Su mano atravesó el aire. “Olvídate, Tess. No estoy listo para hablar de eso.” Gruñó, “Sigamos con el asunto que estábamos hablando. Quiero hacer esto. No tiene sentido. Pero quiero. ¿Estarías de acuerdo en ello sin saber qué es?”
Q, a menudo, hacía esto.
Probar mi voluntad. Confiaba (hasta hace poco) en mi firmeza de no negarlo nunca. Sólo había usado la palabra de seguridad una vez, y eso fue porque me hirió emocionalmente en lugar de físicamente. Y en cuanto lo dije, quería tenerlo de vuelta.
De hecho, si no hubiera sido Frederick el que ayudara a Q, para que se diera a sí mismo el último sacrificio para romper mi depresión, dudaba que fuéramos felices. Yo habría salido de su vida y muy probablemente hubiera terminado en la oficina de un psiquiatra durante el resto de mis días, haciendo todo lo posible para superarlo.
Él no entendía lo mucho que le valoraba por eso. Cuánto me odiaba por las cicatrices que yo le había dejado en la cara y en el pecho cuando me perdí a mí misma y le golpeé.
Lo había atado a la cama y le había hecho daño.
Todo en nombre de volver a él.
Si él podía enfrentar su peor pesadilla y permitirme casi matarlo, entonces cualquier cosa que me pidiera era trivial. Nunca dudaría. “Sí, lo haría. No preguntes. Lo que quieras, lo acepto. Sin embargo, en cuanto se haga, quiero saber lo que estás ocultando. Promételo.”
Sus ojos se oscurecieron. “Todavía tengo unos días…”
“Promételo, maître, o... no hay trato.”
Un peligroso y ensordecedor silencio cayó entre nosotros. Bajó la cabeza, observándome desde su ceja oscura. “¿Me dirías que no a mí?”
Yo estaba tan en sintonía con mi marido, tan acostumbrada a su ferocidad y a sus demonios interiores que sentí que agarraban su control. Lo sentí luchando por aceptar mis demandas sin castigarme por oponerme a él.
Lo cual era contradictorio porque era un duelo entero, yo creía que Q quería que yo no estuviera de acuerdo. Que dijera que no. Empujaba y tiraba. Queriendo que me rindiera, pero en secreto rogándome que no lo hiciera.
¿Qué está pasando dentro de su cabeza?
¿Estaba enfermo?
¿Su negocio estaba bien?
¿Estábamos bien?
¿Y si él quería el divorcio?
El pecho me dolía más. ¿Y si hubiera querido decírmelo durante meses y yo he organizado una estúpida celebración de cumpleaños y he imposibilitado que él me entregara la verdad?
Las lágrimas quemaron mi visión, incluso mientras me reía de lo absurda que era esa idea.
Q y yo... estábamos destinados. Personalizados, creados y lanzados a un mundo que intentó destruirnos.
Él no me alejaría.
No podía.
Él me necesitaba tanto como yo le necesitaba a él.
Q se puso rígido cuando mis pensamientos completaron su círculo aterrador y volvieron a aceptar mi lugar y la base sólida de mi matrimonio.
Yo no sería esa mujer que dudaba y se volvía contraria a sus convicciones. Él era mío. Para siempre.
Fuera lo que fuera lo que Q mantenía en secreto, no nos rompería. Ese conocimiento por sí solo me dio la fuerza para no empujarle y darle tiempo.
Moviéndome hacia delante, le tendí la mano, maldiciendo el leve temblor. Tuve el deseo más extraño de dar la mano para firmar nuestro acuerdo, a pesar de que él no me había prestado tal juramento y me decía que eso le molestaba.
Prolijando hacia mí, Q ignoró mi mano extendida y me tomó la mejilla. “No dudes nunca de mí, Tess. Nunca dudes de nosotros.”
Mis ojos se clavaron en su boca. “Lo sé. No lo hago.”
Me miró como si dijera que había oído mis pensamientos anteriores, probando mi miedo fugaz.
Dejé caer la mirada. “Tuve un segundo de debilidad. Eso es todo. Te quiero, Q. Si necesitas tiempo... te daré tiempo. Junto con cualquier otra cosa que quieras que haga.”
Sus labios aterrizaron en mi frente con un dulce beso lleno de pecado. “Estoy tan contento de escuchar eso, esclave.”
Mis pezones se arremolinaron mientras él me acercaba, mordisqueando el lóbulo de mi oreja. “Ahora, ve al dormitorio del pasillo. Última habitación a la izquierda. Es la más bonita que puedes encontrar en esta planta.” Su nariz acarició mi garganta, haciéndome escuchar con mi corazón en lugar de con los oídos. “Estaré ahí pronto. Toma esto y obedece cada instrucción.”
Su comando me puso mojada y ansiosa. Mis dedos se curvaron alrededor de un pequeño pedazo de papel mientras él lo puso en mi mano.
En cuanto lo acepté, me dejó ir y desapareció por la puerta.

3 comentarios:

  1. INTENSO EL CAPITULO, ME GUSTA CADA VEZ SE PONE MAS INTERESANTE

    ResponderEliminar
  2. Gracias. Y si lo que quiere decirle Q es que quiere un bebé?

    ResponderEliminar
  3. Hola, algunos libros que están en el sondeo a traducir ya te envie mensaje en tu facebook :)

    ResponderEliminar