Cage
“Mueve
tu culo y tu maldito dedo y consíguenos un par de bellezas. Para esta noche
quiero una pelirroja con tetas muy grandes y de silicona,” gritó
Preston sobre la música a todo volumen.
“Estoy
aquí sólo para beber,” le contesté. Se lo había dicho ya, no podía
tener más sexo barato, no servía de nada. Sólo me hacía sentirme más hijo de
puta de lo que ya me sentía.
“Vamos
hombre, las chicas con tetas grandes acuden siempre a ti. Por favor, ve a
buscarme algunas tetas gordas para que estén conmigo esta noche.”
Me gustaba Preston, pero me estaba poniendo de los nervios, no quería
conseguirle nada. ¿Se daba cuenta de lo imbécil que sonaba?
“Ya te
he dicho que no estoy aquí por eso.”
Preston dejó su cerveza en la mesa y cogió el taburete vacío que
había a mi lado.
“Por
favor, no me digas que esto es sobre la chica que trajiste hace un par de
semanas. No puedo pasar por esta mierda contigo también. Primero Marcus y ahora
tú. Demonios, ¿qué os pasa? ¿Por qué iba alguien a renunciar a un montón de
chicas?”
El teléfono me vibró en el bolsillo, lo saqué y vi un número
desconocido. Respondí y me tapé el otro oído para poder escuchar bien.
“¿Hola?”
“Ey,
Cage, soy Jeremy. ¿Dónde estás?”
¿Qué coño quería Jeremy ahora?
“En Sea
Breeze, ¿por qué?”
“Joder,
necesito un favor muy grande. Es Eva.”
Me puse de pie y comencé a caminar hacia la puerta a grandes pasos.
“¿Qué
pasa con Eva?”
“Estoy
en Louisana, se ha ido y se ha destrozado de nuevo. Acabo de recibir una
llamada de Nelly, me dijo que estaba bailando en el maldito bar.”
“Mierda,”
gruñí y eché a correr.
Excavé en el bolsillo para encontrar las llaves y las metí en la
cerradura cuando llegué a mi Mustang. No debería conducir en el estado que iba,
pero tenía que ir a por ella. ¿Y si alguien la tocaba? El corazón me latía
frenéticamente en el pecho.
“Nelly
la está vigilando, pero me dijo que alguien tenía que venir a por ella y odiaba
tener que llamar a Wilson, se pondría furioso. Además se ha ido de pesca.
“Llama
a Nelly, dile que Eva se siente en la barra y que se asegure de que nadie la
toca o ella va a tener una pelea en el bar cuando yo llegue,” gruñí.
Jeremy se quedó en silencio un segundo y finalmente dijo: “Está bien, lo haré. ¿Puedo hacerte una
pregunta?”
NO.
“¿Qué?”
“¿Es
ella otra chica cualquiera para ti, o es diferente?”
Agarré el volante con fuerza tratando de controlar todas las
emociones que pasan a través de mí.
“Eva
siempre ha sido diferente,” le dije con los dientes
apretados.
“Bueno…,”
suspiró, “voy a llamar a
Nelly.”
Colgué el teléfono y lo tiré al asiento del pasajero.
Todo esto era culpa mía… si alguien la tocaba sería mi culpa. También
sería mi culpa si algún hijo de puta la tocaba.
Me detuve en el estacionamiento de Nelly, tenía abierta la puerta
antes de parar por completo. Me las había arreglado para hacer el camino de una
hora en tan sólo treinta minutos. Era un milagro que no estuviera tras las
rejas.
La pesada puerta de madera se abrió y vi a Becca con unos tacones de
aguja y colgando del brazo de un vaquero. Sus ojos vidriosos se encontraron con
los míos y me dio una sonrisa de borracha.
“Cage
York, ¿qué estás haciendo aquí?”
“¿Dónde
está Eva?”
Becca se echó a reír y se encogió de hombros.
“La
última vez que la vi estaba bailando en el bar.”
Entré y escaneé la habitación en busca de Eva.
“¿Estás
aquí por Eva?” me dijo la camarera.
“Sí,” le
respondí, caminando hacia ella, “¿dónde
está?”
La dama tiró una toalla sobre su hombro y salió de detrás de la barra.
“Ven
conmigo.”
La seguí mientras abría una puerta a la izquierda de la barra y se
metió en un pasillo oscuro.
“La
traje aquí, no quiero peleas, Jeremy me dijo que te podías volver loco si Eva
estaba bailando sobre una mesa. Así que la puse en mi oficina.”
La mujer abrió una puerta al final del pasillo y dio un paso atrás.
“Ahí
está. Tengo que volver al bar, tómate tu tiempo,” dijo y
se dio la vuelta.
Entré en la habitación. Una sola lámpara iluminaba la habitación, vi
a Eva acurrucada en el sofá descolorido de la esquina. Tenía los ojos cerrados
y parecía tan tranquila… Dios, la echaba de menos. Ya la había abrazado una vez
cuando había dormido así.
Cerré la puerta detrás de mí y me acerqué a ella. Me agaché y rocé
los rizos de su cara, pasé mi pulgar sobre la suave piel de debajo de su oreja.
Me había preocupado de que si dejaba que se acercase demasiado me rompería. Por
desgracia, me había preocupado por eso demasiado tarde, ya que ya estaba roto.
El Cage que era antes de conocer a Eva, ya no existía. Por mucho que
no quisiera admitirlo, me he enamorado de ella. Había permitido que entrase y
ella no me había querido a mí, no había sido lo suficientemente bueno, nunca lo
fui.
Al ver su carita dulce, perfecta, inocente, me hacía más daño. Yo no
era lo suficientemente bueno para ella, se merecía a otro Josh en su vida. Se
merecía un hombre que no había vivido una vida tan difícil, por lo menos había
caminado cerca del cielo y le había echado un vistazo. El infierno que había
vivido antes de ella ya no me atraía.
Me levanté y la cogí en mis brazos, ella se acurrucó contra mí.
“¿Cage?”
susurró aturdida contra mi pecho.
“Sí,
estoy aquí, nena. Duérmete otra vez, te llevaré a casa.”
Eva
Abrí los ojos y miré al techo. Estaba en casa, en mi cama, pero no me
acuerdo de haber llegado hasta aquí. Todavía estaba oscuro fuera, eché un
vistazo al reloj y vi que eran las cuatro de la mañana. Había un vaso de agua y
un bote de aspirinas en la mesilla con una pequeña nota. “Es posible que tengas que tomarte otra aspirina cuando te despiertes.
Bébete el agua también. TODO esto.”
Cage. Podía olerlo en mi camisa. Saltando, corrí a la ventana y miré
hacia el granero. ¿Estaba allí?
Comencé a correr por las escaleras y tomé una bocanada del olor a
tabaco de mi ropa. Me desnudé y me duché rápidamente. Tuve que lavar el hedor
del bar.
Después de estar limpia y vestida, corrí hacia el granero. No llamé a
la puerta, la abrí lentamente. La luz de la luna caía sobre Cage. Mi corazón se
disparó… había venido a buscarme, él me trajo a casa.
Los ojos de Cage se abrieron y me miró. Sabía que tenía que decir
algo, pero sólo de verlo aquí y saber que volvió a por mí se me obstruyó la
garganta por la emoción.
“¿Qué
estás haciendo, Eva?” su voz no sonaba enfadada, sonaba
derrotado.
“Me
desperté y estaba en casa. Entonces, vi la nota y vine a ver si estabas aquí.” Balbuceé,
no quería que me echara.
“Estoy
aquí, ahora vuelve a la cama,” me respondió.
“Cage,
por favor habla conmigo. Te echo de menos.”
No tenía intención de sonar tan patética, pero no pude evitarlo. Él
había venido por mí, necesitaba saber por qué, tenía que sentir algo por mí. No
quiero ser sólo otra chica de la que había disfrutado y la había echado de
lado. Estar con él había significado algo para mí, él significa algo para mí.
Cage dejó escapar un suspiro de cansancio y se sentó. Apartó las sábanas y su
pecho desnudo casi me hizo olvidar lo que quería decir.
“No me
puedes decir cosas así, Eva. No es justo.”
“¿No es
justo que te diga cómo me siento? No es justo que me dejases cuando te
aburriste de mí. Te has ido y te has follado a un montón de putas sin ningún
problema.”
La mueca de enojo en su rostro me sobresaltó.
“¿Qué?
Yo no te dejé porque me aburrí, ¡tú me rechazaste! Todo lo que veía mientras
estaba con ellas era a ti. Cerraba los ojos y te imaginaba, SÓLO A TI.”
Había estado pensando en mí, ¿me dolía que me lo dijese o me ponía
contenta? Odiaba que él hubiera estado con otras chicas, pero el hecho de saber
que era duro para él y que había pensado en mí me aliviaba un poco el dolor.
Todo había empezado con mi estúpida necesidad de complacer a la madre
de Josh. Toda esta angustia sólo porque la madre de Josh me había hecho sentir
culpable.
“Estaba
confundida,” admití.
Cage dejó escapar una risa dura.
“Sí,
bueno, pero yo no.”
Di un paso hacia él, pero negó con la cabeza.
“No te
acerques.”
“Por
favor, escúchame. Me puedo explicar.”
Se pasó una mano por el pelo oscuro y pude ver por su expresión la
batalla interna que había en su interior. Necesitaba explicárselo mientras él estaba
débil.
“Cometí
un error. Alguien me dijo cosas sobre ti, aunque no te conocía. Dejé que mis
temores salieran a la superficie y la cagué mucho.”
Cage dejó caer la mano a su regazo y sus ojos tristes se encontraron
con los míos.
“Pero
lo escuchaste y le creíste. Algo que la madre de Josh dijo tenía sentido para
ti. Por mucho que me cueste admitirlo ella probablemente tenía razón. Tenías
razón al alejarte de mí.”
Ya había descubierto que ella había hablado conmigo.
“No,
Cage, no fue así.”
“Sí,
Eva, sí que lo fue. Yo no soy el chico bueno… no soy el tipo que puedes
presentarle a tu padre. Te avergüenzas porque la gente sabe que del grande y
poderoso Josh Beasley has pasado al perdedor Cage York. Te mereces a alguien
como Josh.”
Mi corazón se rompió mientras veía el odio que se tenía a sí mismo en
su cara. Me odiaba por ponerlo en esa situación, él no era Josh, no se parecía
en nada a él. Era mucho más.
“Cage,
por favor, no,” le rogué, cerrando la distancia entre nosotros.
Retrocedió, agarré su cara con mis manos y le besé. Al principio no
me correspondió, pero cuando me senté a horcajadas sobre su regazo y me quité
la camiseta, se derrumbó. Sus manos se deslizaron hasta el dorso de mis piernas
mientras su lengua se deslizaba en mi boca, y siguió besándome. El gemido que
brotó de su pecho me volvió loca. Necesitaba esto desesperadamente, necesitaba
sentirme cerca de él otra vez.
Empecé a quitarle la camisa, ignorando su propuesta. Cogí su cara
otra vez y presioné mi pecho desnudo contra el suyo. Su piercing estaba frío y
me hacía cosquillas en los pezones, me estremecí. Lo cogí y tiré de él, besé
cada esquina de su boca, me mordisqueó el labio inferior y me chupó con fuerza.
Cuando sus manos ahuecaron mis pechos, grité y me presioné sobre él. Su
erección se presionó sobre mí.
Esta noche esto no era suficiente, necesitaba estar más cerca… por
poco lo había perdido, necesitaba más.
Lo empujé hasta que cayó sobre el colchón debajo de mí. Al verlo,
mirándome con esos ojos que reflejaban lo que estaba sintiendo me despejó todas
las dudas de la cabeza. Me puse de pie y comencé a quitarme los pantalones
cortos.
“Eva,
no… joder,” gimió Cage cuando me quité la ropa interior y me
arrastré encima de él.
Quitó la colcha para que pudiera quitarle los bóxer y su erección se liberó.
Cage dormía casi desnudo…
Bajé la mano y la deslicé, Cage dejó escapar un gemido.
“Ahhh,
Eva no quieres hacer esto,” dijo en una declaración ronca y
desesperada.
Claro que quería… quería hacer esto más de lo que quería respirar.
Deslicé mis manos por su pecho y bajé mi cuerpo sobre el suyo.
Mantuve las piernas a cada lado de sus caderas, cerré los ojos sintiendo un
placer puro. Yo nunca había hecho esto, pero había leído lo suficiente para
saber que sería difícil hacer esto la primera vez si yo estaba arriba. Lo
necesitaba para que cambiara luego.
Me deslicé sobre él varias veces lo que causó que maldijera y agarré
la sábana que había debajo de él en un abrazo mortal.
“Cage,
te quiero dentro de mí. Quiero que me hagas el amor,” le
susurré al oído y sentí que él temblaba debajo de mí.
Era una sensación poderosa y me encantó. Cage gimió y me agarró de la
cintura. Puso mi pecho cerca de su boca, extendió la mano y lo cubrió con su
boca. Gimiendo, le presioné la cabeza más cerca de mí, quería más. Mordió
suavemente mi pezón, mi cuerpo no podía más.
“Sí,
por favor,” le supliqué.
Dejó ese, pasó al otro e hizo lo mismo con él. Empecé meciéndome
hacia adelante y hacia atrás. Cage movió las caderas y me quedé helada cuando
su erección entró dentro de mí. Cerré los ojos y quise advertirle, pero se
sentía tan bien que no podía encontrar las palabras.
“A la
mierda cariño, estás tan caliente…” gimió cuando sus manos
agarraron mis caderas. Me presioné más hacia abajo y el dolor que sentí era
emocionante.
“Para,
no lo hagas, te voy a hacer daño. Por favor, dame un minuto. Tengo que hacerte
esto fácil,” su respiración era dificultosa y sus palabras
entrecortadas.
Siguió despacio y grité cuando el dolor se intensificó. Él se quedó
quieto.
“¿Eva?”
me preguntó con pánico en la voz.
¿Me dolía demasiado o estaba demasiado apretado?
“¿Sí?” Por
favor, no dejes que pare.
“Eres
virgen.”
Tragué nerviosamente.
“Sí.”
“Oh,
joder,” gruñó y empezó a quitarme.
“No,
por favor, no pares,” le rogué cuando me levantó de encima de él.
“Quiero
esto, pero no me lo merezco, pero lo necesito tanto… ¿Estás segura?” su
rostro estaba desgarrado. Extendí la mano y le cogí la cara frotando mi pulgar
por su mejilla.
“Sí,
por favor, Cage. Esto es lo que quiero,” le contesté.
Cerró los ojos y dejó escapar una respiración irregular.
“Está
bien.” Se acomodó entre mis piernas manteniéndose por encima de mí. “Nunca he estado con una mujer virgen, Eva.
Voy a hacerlo todo con cuidado para no hacerte daño.”
“¿Vas a
hacerme daño?” le pregunté, pensando en la expresión de dolor
que había puesto cuando me había quejado.
Él me sonrió.
“Vas a
estar lo más cerca del cielo, nena.”
Oh, Dios.
Observé su rostro mientras se metía dentro de mí. Cuando me estiré
para ajustarme a él, el dolor ya no me molestaba. Al ver el placer en su cara
mientras se hundía más profundamente dentro mí, me dieron ganas de moverme. Me
encantó saber que podía hacer que se sintiera tan bien.
Se detuvo y sus ojos se clavaron en mí.
“Esta
es la parte que te va a dolor. Voy a hacerlo rápido y entonces estaré quieto
hasta que te acostumbres.”
“Está
bien.”
Cage cerró los ojos con fuerza, se apretó con fuerza contra mí y un
dolor agudo en mi interior me dejó sin aliento. Enterró su cara en mi cuello y
empezó a darme besos mientras susurraba lo bien que se sentía.
“Estás
tan caliente y apretada… eres como un maldito guante, cariño.”
Al oír eso, hizo que mi placer volviera con toda su fuerza. Yo quería
que se moviera. Levanté las caderas y se sacudió profundamente en mí.
“Oh,
Dios, Eva,” gimió mientras se deslizaba lentamente de nuevo
en mi interior.
Levanté las piernas hasta sus caderas y dejó escapar un gemido de
placer.
“Eso es
perfecto. Eres perfecta,” dijo jadeando.
No quería que esto terminara. Su respiración se hizo más desigual
mientras sus brazos se flexionaban con cada embestida.
“Joder
nena, me encantas…”
Me levanté para satisfacerle más. Necesitaba más, quería más. Cage
gruñó y se quitó.
“No,
no,” lloré mientras extendía mis piernas y enterraba su cara en ellas. Su
lengua me hizo volar, oí mi grito de placer y me vine abajo. Dejó escapar un
fuerte gemido mientras continuaba. Disminuyó la velocidad y finalmente levantó
la cabeza. Por increíble que hubiera sido, lo quería de nuevo dentro de mí.
“¿Por
qué has parado?”
Se limpió la boca con el dorso de la mano y se puso a mi lado.
“No
tenía puesto el condón, nunca lo había olvidado antes. Siempre he tenido uno,
siempre. No me di cuenta hasta que estaba a punto de estallar dentro de ti.
Tenía que quitarme.”
“Así
que no…”
Él se rio entre dientes.
“¡Oh,
no, no lo hice!”
Con el ceño fruncido, me di la vuelta para mirarlo.
“Voy a
necesitar cambiar las sábanas.”
“Oh,” le
contesté. Quería hacerlo de nuevo, lo quería dentro de mí. “¿Tienes un condón?” le pregunté.
“Siempre
tengo un condón,” me respondió.
Sonreí, besándole el piercing.
“¿Cuánto
tiempo necesitas para poder hacerlo de nuevo?”
Levantó las cejas con sorpresa.
“No se
trata de mí, puedo hacerlo ahora mismo, pero a ti te va a dolor,” me pasó
el pulgar por el labio inferior, “porque
estabas tan increíblemente apretada. Te juro Eva, que nada se compara con eso.”
“No
estoy dolorida,” le aseguré, moviéndome para ponerme a horcajadas
encima suyo.
“Sí lo
estás. Espérate a mañana y verás.”
Hice pucheros, me senté y crucé los brazos por debajo de mis pechos.
Sus ojos se concentraron en ellos e intenté no echarme a reír.
“¿Cuándo
vamos a poder hacerlo de nuevo?”
Cage se apoyó en los codos y sus ojos se clavaron en los míos.
“Cualquier
maldita vez que quieras. Soy todo tuyo.” Me sonrió. “Si sigues haciendo pucheros voy a tratarte
el dolor de otra manera.”
Curiosa, me incliné sobre él.
“¿Qué
significa eso?”
Me dio un beso en la parte superior de uno de mis pechos.
“Eso
significa que te voy a besar y lo haré mejor.”
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