martes, 13 de agosto de 2013

CAPÍTULO 17

Marcus

Estaba siendo la mejor semana de mi vida y la tenía que terminar con una cena familiar. Una en la que mi padre estaba presente. Me habría gustado no haberle prometido a mi madre que llevaría a Willow. Esto era lo último de lo que quería que fuese testigo. Willow se me acercó por detrás, me rodeó con sus brazos y se inclinó para besarme en la mejilla.

“¿Estás hecho con el papel?” Me preguntó mientras se ponía de pie y se sentaba enfrente de mí.
La camiseta de mi Universidad de Alabama le quedaba muy bien. Ya no llevaba camisetas de Cage, llevaba las mías. Tal vez era un poco hombre de las cavernas, pero no me importaba y a ella tampoco. Estaba casi seguro de que le gustaba.

“Casi, pero me vendría bien una distracción,” le contesté.
Ella sonrió y negó con la cabeza.
“No. Te he distraído durante toda la semana. Necesitas terminarlo.”
“Por favor,” le rogué y ella se rio.
“Voy a estar lista para cumplir con la gente y lo que necesitas para terminar ese papel. Podemos dejarlo por esta tarde y trabajar en la recompensa.”
Me encantaba lo tranquila que estaba conmigo. Su burla era tan increíblemente dulce.
“Y aquí está la distracción que necesito. Le has dado a mis fantasías mucho combustible.”

Riéndose ella cerró la puerta del baño. Sacudí mi cabeza para borrar las imágenes de Willow mientras gritaba mi nombre, y estudié la pantalla que había delante de mí. Ella tenía razón, tenía que terminar esto, al igual que ayer, pero me había pasado todo el tiempo libre que tenía con Willow.
La puerta del apartamento se abrió y entró Cage seguido de Preston. Habían estado en la práctica de béisbol. Ambos estaban sucios y sudorosos.

“Marcus, ¿qué pasa?,” me llamó Preston y se dirigió a la cocina detrás de Cage.
“Estoy escribiendo un capítulo,” me quejé sabiendo que no iba a hacer nada con estos dos aquí.
“Yo pago para que me los hagan,” se jactó y puse mis ojos en blanco.
Sabía cuál era su pago, y normalmente no era efectivo.
“¿Dónde está Low?” me preguntó Cage antes de tomar un trago de cerveza.
“Duchándose. Ella se viene conmigo esta noche a conocer a mi familia.”
Preston dejó escapar un silbido.
“La familia. Eso suena serio.”

Cage gruñó sin ocultar su descontento y tomó otro trago de cerveza. Preston nos miró a los dos y pude ver las curiosas preguntas en sus ojos. ¿Nos habíamos peleado? ¿No era incómodo?
Se terminó de oír la ducha y me levanté de un salto. Los chicos me miraban como si estuviera loco. La idea de que Low caminase en toalla pensando que estaba yo solo no me gustaba ni un pelo. No les hice caso y me dirigí a la puerta.

“Low.”
“Sí.”
“Preston y Cage están aquí.”
“Vale, ¿podrías traerme mis cosas? Están en la cama.”
Eso es lo que había temido.
“Sí.”

No miré a ninguno de ellos, pero podía sentir sus ojos aburridos en mí. Sin duda Preston se estaría riendo y Cage estaría enfadado. Unas bragas de seda rosa y un sujetador estaban encima del vestido marrón que me recordaba al chocolate. Lo cogí todo y me dirigí al baño asegurándome de ocultar la ropa interior. Llamé a la puerta.

“Ya lo tengo.”

Ella entreabrió la puerta, extendió la mano y lo cogió todo de mis manos. Sonrió tímidamente hacia mí y me quedé con ganas de entrar, pero mantuve la calma. Cerró la puerta y me di la vuelta para hacer frente al pelotón de fusilamiento. Preston habló primero.

“Un poco posesivo. Me temo que voy a tener que echarle un vistazo a la Señorita Low debajo de su toalla.”

Le lancé una mirada de advertencia y volvió a sentarse.

“Yo la he visto en toalla de baño muchas, muchas veces,” dijo Cage con aire de suficiencia.
Tomé una respiración profunda y me obligué a mantener la calma.
“La diferencia es que ahora es mía.”
“No, ella es sólo tuya, por ahora,” respondió.
Me volví y le miré. Estaba apoyado en el mostrador mirándome tan condenadamente seguro de sí mismo.
“Para siempre,” le corregí.
Cage se empujó fuera del mostrador y levantó las cejas.
“Ya lo veremos.”
Empecé a levantarme y Preston me agarró del brazo antes de que Cage empezase a andar hacia su habitación.
“No lo hagas, déjalo que se vaya.”
Volví a sentarme, no porque me lo hubiese dicho Preston, lo hice por Low.
“Es un idiota, siempre lo ha sido. Simplemente ignóralo.”
Es más fácil decirlo que hacerlo.
“Ella es mía,” lo repetí para mí.
“Lo sé hermano. Es tuya,” admitió Preston.


Willow

“Él no está aquí,” susurró Marcus mirando al frente mientras aparcábamos detrás de un Mercedes en la casa de sus padres.

Era tan grande como me había imaginado. La casa era de color amarillo pálido y tenía grandes ventanas blancas. Estaba frente a la playa y la parte principal de la casa era el segundo piso. El garaje era grandísimo, eso tenía mucho sentido, ya que su padre era el Rey de Mercedes de la Costa del Golfo.
La amplia escalera era intimidante, ya que conducía a dos grandes puertas de entrada. Marcus dejó escapar un gruñido furioso y abrió la puerta. Algo le molestaba, pero me daba miedo preguntar. En lugar de abrirme la puerta, cerró la suya d golpe y se quedó mirando las puertas de la casa como queriendo arrancarlas. Tan silenciosamente como pude, abrí la puerta y me dirigí a la parte delantera de la camioneta.
Estaba pensando. Yo sabía que él había tenido que volver porque tenía problemas familiares, pero esto era más fuerte de la familia perfecta que yo me esperaba, sobre todo después de haber conocido a su guapa y dulce hermanita. Me señaló con la cabeza cuando me detuvo a su lado y el ceño se suavizó un poco.

“Lo siento Low. No quería que estuvieras sentada aquí.”
Le apreté el brazo.
“Está bien. En realidad yo sé cómo abrir la puerta del coche.”
Mi broma sólo trajo un indicio de una sonrisa a su cara de preocupación.
“Mi padre tendría que estar aquí y no está.”
Está bien. Faltar a las comidas familiares era habitual en él, entonces.
“Mi madre lo esperaba, ella estaba emocionada,” dejó escapar un suspiro y se inclinó para estrechar mi mano con la suya.
“Si te parece extraño o molesto simplemente pásalo por alto. Nada de lo que pase esta noche tiene que ver contigo. Todo está muy jodido ahora mismo.”
“Confía en mí, yo escribí el libro de las familias jodidas. Lo llevaré bien.”
Marcus se llevó mi mano a la boca y la besó.
“Vamos a ver lo que nos espera esta noche,” murmuró y nos dirigimos a la gigantesca escalera.

Marcus no llamó y giró a la derecha. Supongo que todavía piensa que es su casa, debe ser agradable. Yo siempre tengo que llamar en casa de Tawny, la puerta siempre está cerrada y no tengo llave.

“Hola,” gritó Marcus mientras cerraba la puerta detrás de nosotros.
Amanda apareció inmediatamente, su sonrisa era forzada. Yo también lo había hecho y podía reconocerla.
“Manda,” respondió Marcus en un tono cauteloso, “¿todo bien?”

Ella se encogió de hombros y su mirada brilló, me miró y luego le miró a él. Necesitaban un momento a solas, me di cuenta por la súplica en sus ojos.
“¿Podrías decirme donde está el baño?” le pregunté a Marcus, interrumpiendo su conversación silenciosa.
“Sí, por supuesto,” señaló una puerta a la izquierda.
“Sólo tienes que utilizar el tocador.”
¿El tocador? ¿Qué mierda es un tocador?
“Está bien.”

Una vez dentro, suspiré y me apoyé en la pared. Vaya tensión había y yo estaba en medio. Marcus me quería aquí y eso me parecía muy bonito, pero creo que se había equivocado. Amanda, obviamente, lo necesitaba y él estaba conmigo, y yo no sabía nada. Me molestaba un poco que no se hubiera abierto conmigo, acerca de sus problemas familiares. No importaba por lo que estuviera pasando su familia, la mía siempre iba a ser peor, especialmente mi hermana. Mis problemas familiares no son los que se comparten.
Tenía que matar el tiempo y darles la oportunidad de hablar en privado. Miré alrededor y me di cuenta de que el lavabo no era normal, era un recipiente de vidrio roto de lujo que se encontraba en la parte superior de un soporte de mármol. El grifo parecía un caño de cobre de una bomba. Al girar el agua me quedé fascinada.
Sonreí ante mi fascinación infantil por esa tontería y volví a prestar atención al resto de la habitación. No había bañera ni ducha. Había un inodoro a mi lado y una lámpara de araña colgaba del alto techo. ¿Quién diablos ponía esa lámpara en una habitación pequeña donde sólo había un inodoro y un lavabo? Un golpe en la puerta me sorprendió.

“Low, ¿estás bien?” la voz de Marcus sonaba preocupada.
Llegué, abrí la puerta y le agarré el brazo para que se metiese dentro. Por su expresión de sorpresa me dio ganas de reír en voz alta, pero no lo hice. Las arrugas de preocupación en su frente me decían que tenía demasiado en la cabeza para la diversión y los juegos.
“¿Qué?,” me preguntó mientras cerraba la puerta detrás de él.
Me giré y le miré a los ojos verdes. Dios, si es que es precioso.
“Te estaba dando la oportunidad de hablar a solas con Amanda. Ella parecía molesta,” le expliqué.
Dejó escapar un suspiro de frustración y asintió.
“Lo siento por todo esto,” comenzó y puse mi dedo en su boca para detenerlo.
“Silencio. Sé que tienes problemas familiares y que tu padre no haya venido ha causado un problema más grande. Si mi presencia hace que estéis incómodos porque tenéis que actuar felices y hacer como si no pasara nada, me puedo ir. Puedo llamar…” Marcus me agarró el dedo suavemente y sacudió la cabeza.
“No, no vas a llamar a nadie. Te quedarás conmigo, te necesito aquí Low. Siento que todo se ha ido a la mierda, pero te necesito aquí. Por favor, quédate conmigo.”
La mirada suplicante en sus ojos fue mi perdición. Por supuesto que me iba a quedar con él. Cerré la pequeña distancia que había entre nosotros y me puse de pie para besarlo castamente antes de asentir.
“Entonces vamos a hacer esto.”

Él sonrío por primera vez desde que llegamos. Al salir de la habitación, Amanda estaba allí esperándonos con una sonrisa divertida en su cara.

“¿Necesitaba ayuda para salir, Marcus?” preguntó con un deje gracioso en su voz.
“Cállate Manda,” respondió y pasó el brazo por mi espalda.

Ella me guiñó un ojo antes de darse la vuelta para conducirnos al comedor. La mesa era enorme y estaba cubierta de comida. Ellos habrían hecho muchas cenas familiares aquí. Una mujer alta y elegante salió de la cocina, su cabello rubio era casi blanco, quizás platino sería la mejor manera de describirlo. Estaba cortado al estilo paje corto que le daba un aspecto clásico. Su esbelta figura me recordó a Amanda. El delantal blanco que tenía en la cintura era tan blanco que parecía como si nunca lo hubiera usado. Debajo del delantal parecía que llevaba un vestido negro. Cuando nos fijamos en ella me vino una palabra a la mente: riqueza.

“Marcus,” dijo ella mientras sonreía al ver a su hijo.
“Mamá ella es Willow,” apretó su mano en mi cintura.
“Low, esta es mi madre, Margaret.”
Margaret dejó la canasta del pan en la mesa y se dirigió a mí sonriendo alegremente, un poco demasiado brillante. El dolor en sus ojos era imposible de ocultar.
“Estoy encantada de conocerte Willow. He oído hablar mucho de ti y tú eres tan guapa como me dijo Marcus.”
“Es un placer conocerte también. Gracias por haberme invitado a cenar.”
Su sonrisa apareció y empezó a relajarse.
“Estoy encantada de que hayas venido. Marcus nunca se trae chicas a cenar. Tu presencia es muy bienvenida.”
“¿Te puedo ayudar en algo mamá?” dijo Marcus.
Si es que era más bueno…
“No cariño, y Willow puedes tomar asiento ya. Amanda va a traer la jarra del té y luego ya estamos listos.”

Marcus sacó una silla para mí y me senté mientras me empujaba. Luego se acercó e hizo lo mismo con su madre.

“Aquí tienes,” dijo sonriéndole.

El amor en sus ojos mientras la miraba fijamente era inconfundible. Marcus era muy muy querido. No importaba cuáles eran sus problemas familiares, su madre y su hermana lo adoraban.

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