Marcus
Estaba
siendo la mejor semana de mi vida y la tenía que terminar con una cena
familiar. Una en la que mi padre estaba presente. Me habría gustado no haberle
prometido a mi madre que llevaría a Willow. Esto era lo último de lo que quería
que fuese testigo. Willow se me acercó por detrás, me rodeó con sus brazos y se
inclinó para besarme en la mejilla.
“¿Estás hecho con el papel?” Me preguntó mientras se ponía de pie
y se sentaba enfrente de mí.
La camiseta
de mi Universidad de Alabama le quedaba muy bien. Ya no llevaba camisetas de
Cage, llevaba las mías. Tal vez era un poco hombre de las cavernas, pero no me
importaba y a ella tampoco. Estaba casi seguro de que le gustaba.
“Casi, pero me vendría bien una
distracción,” le
contesté.
Ella sonrió
y negó con la cabeza.
“No. Te he distraído durante toda la
semana. Necesitas terminarlo.”
“Por favor,” le rogué y ella se rio.
“Voy a estar lista para cumplir con
la gente y lo que necesitas para terminar ese papel. Podemos dejarlo por esta
tarde y trabajar en la recompensa.”
Me encantaba
lo tranquila que estaba conmigo. Su burla era tan increíblemente dulce.
“Y aquí está la distracción que
necesito. Le has dado a mis fantasías mucho combustible.”
Riéndose
ella cerró la puerta del baño. Sacudí mi cabeza para borrar las imágenes de
Willow mientras gritaba mi nombre, y estudié la pantalla que había delante de
mí. Ella tenía razón, tenía que terminar esto, al igual que ayer, pero me había
pasado todo el tiempo libre que tenía con Willow.
La puerta
del apartamento se abrió y entró Cage seguido de Preston. Habían estado en la
práctica de béisbol. Ambos estaban sucios y sudorosos.
“Marcus, ¿qué pasa?,” me llamó Preston y se dirigió a la cocina
detrás de Cage.
“Estoy escribiendo un capítulo,” me quejé sabiendo que no iba a hacer
nada con estos dos aquí.
“Yo pago para que me los hagan,” se jactó y puse mis ojos en blanco.
Sabía cuál
era su pago, y normalmente no era efectivo.
“¿Dónde está Low?” me preguntó Cage antes de tomar un
trago de cerveza.
“Duchándose. Ella se viene conmigo
esta noche a conocer a mi familia.”
Preston dejó
escapar un silbido.
“La familia. Eso suena serio.”
Cage gruñó
sin ocultar su descontento y tomó otro trago de cerveza. Preston nos miró a los
dos y pude ver las curiosas preguntas en sus ojos. ¿Nos habíamos peleado? ¿No
era incómodo?
Se terminó
de oír la ducha y me levanté de un salto. Los chicos me miraban como si
estuviera loco. La idea de que Low caminase en toalla pensando que estaba yo
solo no me gustaba ni un pelo. No les hice caso y me dirigí a la puerta.
“Low.”
“Sí.”
“Preston y Cage están aquí.”
“Vale, ¿podrías traerme mis cosas? Están
en la cama.”
Eso es lo
que había temido.
“Sí.”
No miré a
ninguno de ellos, pero podía sentir sus ojos aburridos en mí. Sin duda Preston
se estaría riendo y Cage estaría enfadado. Unas bragas de seda rosa y un
sujetador estaban encima del vestido marrón que me recordaba al chocolate. Lo
cogí todo y me dirigí al baño asegurándome de ocultar la ropa interior. Llamé a
la puerta.
“Ya lo tengo.”
Ella
entreabrió la puerta, extendió la mano y lo cogió todo de mis manos. Sonrió
tímidamente hacia mí y me quedé con ganas de entrar, pero mantuve la calma.
Cerró la puerta y me di la vuelta para hacer frente al pelotón de fusilamiento.
Preston habló primero.
“Un poco posesivo. Me temo que voy a
tener que echarle un vistazo a la Señorita Low debajo de su toalla.”
Le lancé una
mirada de advertencia y volvió a sentarse.
“Yo la he visto en toalla de baño
muchas, muchas veces,” dijo Cage con aire de suficiencia.
Tomé una
respiración profunda y me obligué a mantener la calma.
“La diferencia es que ahora es mía.”
“No, ella es sólo tuya, por ahora,” respondió.
Me volví y
le miré. Estaba apoyado en el mostrador mirándome tan condenadamente seguro de
sí mismo.
“Para siempre,” le corregí.
Cage se
empujó fuera del mostrador y levantó las cejas.
“Ya lo veremos.”
Empecé a
levantarme y Preston me agarró del brazo antes de que Cage empezase a andar
hacia su habitación.
“No lo hagas, déjalo que se vaya.”
Volví a
sentarme, no porque me lo hubiese dicho Preston, lo hice por Low.
“Es un idiota, siempre lo ha sido.
Simplemente ignóralo.”
Es más fácil
decirlo que hacerlo.
“Ella es mía,” lo repetí para mí.
“Lo sé hermano. Es tuya,” admitió Preston.
Willow
“Él no está aquí,” susurró Marcus mirando al frente
mientras aparcábamos detrás de un Mercedes en la casa de sus padres.
Era tan
grande como me había imaginado. La casa era de color amarillo pálido y tenía
grandes ventanas blancas. Estaba frente a la playa y la parte principal de la
casa era el segundo piso. El garaje era grandísimo, eso tenía mucho sentido, ya
que su padre era el Rey de Mercedes de la Costa del Golfo.
La amplia
escalera era intimidante, ya que conducía a dos grandes puertas de entrada.
Marcus dejó escapar un gruñido furioso y abrió la puerta. Algo le molestaba,
pero me daba miedo preguntar. En lugar de abrirme la puerta, cerró la suya d
golpe y se quedó mirando las puertas de la casa como queriendo arrancarlas. Tan
silenciosamente como pude, abrí la puerta y me dirigí a la parte delantera de
la camioneta.
Estaba
pensando. Yo sabía que él había tenido que volver porque tenía problemas
familiares, pero esto era más fuerte de la familia perfecta que yo me esperaba,
sobre todo después de haber conocido a su guapa y dulce hermanita. Me señaló
con la cabeza cuando me detuvo a su lado y el ceño se suavizó un poco.
Le apreté el
brazo.
“Está bien. En realidad yo sé cómo
abrir la puerta del coche.”
Mi broma
sólo trajo un indicio de una sonrisa a su cara de preocupación.
“Mi padre tendría que estar aquí y no
está.”
Está bien.
Faltar a las comidas familiares era habitual en él, entonces.
“Mi madre lo esperaba, ella estaba
emocionada,” dejó
escapar un suspiro y se inclinó para estrechar mi mano con la suya.
“Si te parece extraño o molesto
simplemente pásalo por alto. Nada de lo que pase esta noche tiene que ver
contigo. Todo está muy jodido ahora mismo.”
“Confía en mí, yo escribí el libro de
las familias jodidas. Lo llevaré bien.”
Marcus se
llevó mi mano a la boca y la besó.
“Vamos a ver lo que nos espera esta
noche,” murmuró y
nos dirigimos a la gigantesca escalera.
Marcus no
llamó y giró a la derecha. Supongo que todavía piensa que es su casa, debe ser
agradable. Yo siempre tengo que llamar en casa de Tawny, la puerta siempre está
cerrada y no tengo llave.
“Hola,” gritó Marcus mientras cerraba la
puerta detrás de nosotros.
Amanda apareció
inmediatamente, su sonrisa era forzada. Yo también lo había hecho y podía
reconocerla.
“Manda,” respondió Marcus en un tono
cauteloso, “¿todo bien?”
Ella se
encogió de hombros y su mirada brilló, me miró y luego le miró a él.
Necesitaban un momento a solas, me di cuenta por la súplica en sus ojos.
“¿Podrías decirme donde está el baño?” le pregunté a Marcus, interrumpiendo
su conversación silenciosa.
“Sí, por supuesto,” señaló una puerta a la izquierda.
“Sólo tienes que utilizar el tocador.”
¿El tocador?
¿Qué mierda es un tocador?
“Está bien.”
Una vez
dentro, suspiré y me apoyé en la pared. Vaya tensión había y yo estaba en
medio. Marcus me quería aquí y eso me parecía muy bonito, pero creo que se
había equivocado. Amanda, obviamente, lo necesitaba y él estaba conmigo, y yo
no sabía nada. Me molestaba un poco que no se hubiera abierto conmigo, acerca
de sus problemas familiares. No importaba por lo que estuviera pasando su
familia, la mía siempre iba a ser peor, especialmente mi hermana. Mis problemas
familiares no son los que se comparten.
Tenía que
matar el tiempo y darles la oportunidad de hablar en privado. Miré alrededor y
me di cuenta de que el lavabo no era normal, era un recipiente de vidrio roto
de lujo que se encontraba en la parte superior de un soporte de mármol. El
grifo parecía un caño de cobre de una bomba. Al girar el agua me quedé
fascinada.
Sonreí ante
mi fascinación infantil por esa tontería y volví a prestar atención al resto de
la habitación. No había bañera ni ducha. Había un inodoro a mi lado y una lámpara
de araña colgaba del alto techo. ¿Quién diablos ponía esa lámpara en una habitación
pequeña donde sólo había un inodoro y un lavabo? Un golpe en la puerta me
sorprendió.
“Low, ¿estás bien?” la voz de Marcus sonaba preocupada.
Llegué, abrí
la puerta y le agarré el brazo para que se metiese dentro. Por su expresión de
sorpresa me dio ganas de reír en voz alta, pero no lo hice. Las arrugas de
preocupación en su frente me decían que tenía demasiado en la cabeza para la
diversión y los juegos.
“¿Qué?,” me preguntó mientras cerraba la
puerta detrás de él.
Me giré y le
miré a los ojos verdes. Dios, si es que es precioso.
“Te estaba dando la oportunidad de
hablar a solas con Amanda. Ella parecía molesta,” le expliqué.
Dejó escapar
un suspiro de frustración y asintió.
“Lo siento por todo esto,” comenzó y puse mi dedo en su boca
para detenerlo.
“Silencio. Sé que tienes problemas
familiares y que tu padre no haya venido ha causado un problema más grande. Si
mi presencia hace que estéis incómodos porque tenéis que actuar felices y hacer
como si no pasara nada, me puedo ir. Puedo llamar…” Marcus me agarró el dedo suavemente y
sacudió la cabeza.
“No, no vas a llamar a nadie. Te
quedarás conmigo, te necesito aquí Low. Siento que todo se ha ido a la mierda,
pero te necesito aquí. Por favor, quédate conmigo.”
La mirada
suplicante en sus ojos fue mi perdición. Por supuesto que me iba a quedar con
él. Cerré la pequeña distancia que había entre nosotros y me puse de pie para
besarlo castamente antes de asentir.
“Entonces vamos a hacer esto.”
Él sonrío
por primera vez desde que llegamos. Al salir de la habitación, Amanda estaba
allí esperándonos con una sonrisa divertida en su cara.
“¿Necesitaba ayuda para salir,
Marcus?” preguntó
con un deje gracioso en su voz.
“Cállate Manda,” respondió y pasó el brazo por mi
espalda.
Ella me
guiñó un ojo antes de darse la vuelta para conducirnos al comedor. La mesa era
enorme y estaba cubierta de comida. Ellos habrían hecho muchas cenas familiares
aquí. Una mujer alta y elegante salió de la cocina, su cabello rubio era casi
blanco, quizás platino sería la mejor manera de describirlo. Estaba cortado al
estilo paje corto que le daba un aspecto clásico. Su esbelta figura me recordó
a Amanda. El delantal blanco que tenía en la cintura era tan blanco que parecía
como si nunca lo hubiera usado. Debajo del delantal parecía que llevaba un
vestido negro. Cuando nos fijamos en ella me vino una palabra a la mente:
riqueza.
“Marcus,” dijo ella mientras sonreía al ver a
su hijo.
“Mamá ella es Willow,” apretó su mano en mi cintura.
“Low, esta es mi madre, Margaret.”
Margaret dejó
la canasta del pan en la mesa y se dirigió a mí sonriendo alegremente, un poco
demasiado brillante. El dolor en sus ojos era imposible de ocultar.
“Estoy encantada de conocerte Willow.
He oído hablar mucho de ti y tú eres tan guapa como me dijo Marcus.”
“Es un placer conocerte también.
Gracias por haberme invitado a cenar.”
Su sonrisa
apareció y empezó a relajarse.
“Estoy encantada de que hayas venido.
Marcus nunca se trae chicas a cenar. Tu presencia es muy bienvenida.”
“¿Te puedo ayudar en algo mamá?” dijo Marcus.
Si es que
era más bueno…
“No cariño, y Willow puedes tomar
asiento ya. Amanda va a traer la jarra del té y luego ya estamos listos.”
Marcus sacó
una silla para mí y me senté mientras me empujaba. Luego se acercó e hizo lo
mismo con su madre.
“Aquí tienes,” dijo sonriéndole.
El amor en sus ojos mientras la miraba fijamente era inconfundible. Marcus era muy muy querido. No importaba cuáles eran sus problemas familiares, su madre y su hermana lo adoraban.
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