Preston
Después de despertarme varias veces durante la noche para encontrarme a Amanda acostada fuertemente contra mi pecho, era una decepción enorme despertarme solo.
Me estiré y me senté, en busca de las piezas de ropa que había tirado por la habitación.
Amanda se había ido, y mi ropa estaba doblada cuidadosamente en la silla. ¿Cuándo se había ido? Me levanté, cogí mis vaqueros y me los puse antes de encontrar mi teléfono para llamarla y averiguar dónde coño estaba.
Si pensaba que lo de anoche no había cambiado las cosas, estaba muy muy equivocada, lo había cambiado todo. Mi vida estaba jodida pero no había nada que pudiera hacer al respecto, pero no iba a dejarla ir. Ahora no.
Escuché risas y susurros en mi habitación. Ella seguía aquí o Daisy estaba hablando sola. Abrí la puerta lentamente para encontrar a Amanda sentada en la cama con Daisy. Hablaban en voz baja, pero de lo que fuese que estaban hablando estaba haciendo reír a Daisy. Amanda llevaba una falda corta, por lo que casi cada centímetro de oro de sus piernas estaba a la vista. Había tenido esas piernas envueltas alrededor de mí anoche. Cerré los ojos y me obligué a mantener las imágenes lejos. Daisy estaba aquí. Tenía que mantener mis manos alejadas de Amanda delante de Daisy. Esto iba a ser difícil.
"¡Peston!" chilló Daisy mientras sus ojos se encontraron con los míos, y aplaudió con alegría. Las mejillas de Daisy estaban rojas, y se notaba que estaba mejor. El brillo de felicidad en su cara hizo que mi corazón se encogiera, Amanda la había puesto así.
"Ey, mi Daisy May. Parece que te sientes mejor esta mañana," le dije cuando entré en la habitación. Luché duro para mantener mis ojos fuera de Amanda. No estaba seguro todavía de explicar lo que sentía. No podía decirle lo que hice para pagar este apartamento y qué hacía para hacerme cargo de la casa de mi madre y de los niños. La perdería, y después de lo de anoche no era una opción. No podía perder a Amanda.
"Me siento ben," respondió ella. "Y Amanda me está poniendo guapa."
"¿Sí? ¿Tienes una cita importante que no sepa?" Bromeé, sentándome a su lado.
Ella se rió y negó con la cabeza.
"A mí me gusta esto," respondió ella.
Amanda comenzó a moverse, y necesitaba mirarla. Volví la cabeza hacia ella y la observé mientras se levantaba de la cama y se alisaba la falda increíblemente corta.
Tenía que cambiarse, eso era demasiado corto.
"¿A dónde vas?" le pregunté.
Se encogió de hombros y se retorció un mechón de su cabello alrededor de su dedo nerviosamente. "Pensé que podía estar un rato con ella, tengo una clase en treinta minutos. Puedo volver después, si te parece bien. Le dije a Daisy que le iba a rizar el pelo..." se quedó callada y miró al suelo.
No había estado despierto cuando ella había despertado, para poder hablar. No sabía lo que pasaba por su cabeza ahora mismo, pero sabía que teníamos que aclarar varias cosas antes de que se fuera de mi apartamento con esa maldita falda.
"Daisy May, ¿por qué no ves un poco la televisión mientras hago el desayuno y Amanda se prepara para ir al colegio? ¿De acuerdo?" le dije mientras me levantaba.
Daisy asintió, y le di el mando de la tele que había ganado el mes pasado en una partida de póquer.
Miré a Amanda y asintió hacia la puerta. Fue hacia allí y la seguí. Sí, esa falda era demasiado corta. Si ella se agachaba, alguien podría ver ese culo tan dulce. Se iba a tener que cambiar, sin duda.
Al cerrar la puerta detrás de mí, me moví rápidamente, la agarré por la cintura y le di la vuelta para mirarme y pegarla a la nevera.
"No estabas cuando me desperté," le susurré antes de besarle la comisura de la boca.
"Me desperté temprano," me contestó ella.
"Me perdí ver esos ojos al despertar." Deslicé la mano por su muslo y fácilmente ahuequé su trasero casi desnudo. "Manda."
"Sí," respondió ella casi sin aliento.
"Vas a tener que cambiarte."
Ella se quedó inmóvil en mis brazos.
"No puedo dejar que te vayas así. Me vuelves loco. Y esa falda es demasiado corta, cariño. Los chicos te van a mirar, y no quiero que te miren."
Una sonrisa apareció poco a poco en esos labios carnosos. Gracias a dios. No se iba a enfadar por esto, pero no quería obligarla a hacer nada.
"¿Estás celoso?" preguntó, casi como si no se lo creyera.
"Claro que estoy celoso," le contesté, pasando la mano sobre la piel suave de su trasero. "No quiero pensar en que otros hombres puedan mirar esto."
La sonrisa de Amanda se hizo más grande, y yo estaba muy cerca de arrancarle las bragas y hacerle de todo contra la nevera. No lo hice porque mi hermana estaba en la otra habitación.
"Voy a cambiarme," respondió ella. Me besó en la mejilla, luego tomó una respiración profunda, como si me estuviera oliendo. "Así que, lo de anoche... ¿fue una tontería?"
Tenía todo el derecho a pensar eso, pero no se daba cuenta de que no era capaz de alejarla más. Habíamos llegado demasiado lejos.
"Lo de anoche lo cambió todo," le aseguré antes de besarla. "Nunca voy a ser capaz de alejarme de ti, no quiero. Te necesito, Manda."
Cubrí mi boca con la suya y me deslicé dentro para saborearla. Esta conexión con ella era la primera cosa en la vida que me daba miedo. Nunca había tenido esto y no sabía si iba a poder mantenerlo. Mis hermanos sabían que yo estaría ahí, podía hacerme cargo de ellos. Pero a Amanda la podía perder y lo perdería todo. En la mala vida que me había tocado, ella era la única cosa buena. El estar con ella hacía parecer que todo iba a salir bien. Siempre sería sincero con ella, sobre todo... excepto la única cosa que podía quitármela. Nunca lo entendería, y aunque lo hiciera, nunca sería capaz de aceptarlo. Si supiera que me acostaba con mujeres ricas para conseguir dinero, me dejaría. Ella nunca podría saberlo.
Amanda
Jason: ¿Has pensado sobre la cena en Nueva York ya?
El mensaje de Jason me llegó durante la clase de literatura. Me quedé mirando el teléfono y traté de pensar en lo que iba a decirle. Si la decisión era entre él y Preston, escogía a Preston. Me gustaba Jason, era el mejor chico para proteger mi corazón, pero sólo eso. Sabía que Jason no iba a hacerme daño, porque no podía hacerme daño. Sólo había salido con él una vez, en la fiesta de compromiso de mi hermano y no iba a ir a más.
Metí el teléfono en la mochila y decidí ocuparme de él más tarde. Tenía que pensar en la respuesta correcta.
El profesor se fue y me di prisa para coger el coche y volver con Preston. Había prometido rizarle el pelo a Daisy, quería cumplir mi promesa, y además estaba ansiosa por ver a Preston de nuevo. Anoche y esta mañana me parecía todavía un sueño.
Ver que Preston me miraba con emoción era increíble. El pedirme que me cambiara de ropa había sido un poco bárbaro, pero sinceramente, me pondría lo que fuese por él. El que fuese posesivo conmigo y no quería que otros chicos me miraran hizo que mi corazón se acelerara.
Lo malo era que seguía esperando que mi despertador sonara. Todavía no me creía que fuera real.
Mi teléfono empezó a sonar, metí la mano en la mochila para sacarlo y vi el número de Preston en la pantalla.
Sonriendo, respondí y me puse el teléfono en la oreja. "Ey."
"Ey. ¿Has salido de clase ya?"
¿Me estaba controlando? ¿En serio?
"Sí, acabo de salir."
"¿Vas a volver a aquí?"
"Mmm, es lo que tenía planeado. Le prometí a Daisy que iba a rizarle el pelo, ¿te acuerdas?"
Hubo una pausa y suspiró. Oh no, ya estaba llegando a su fin. Hora de despertar.
"Es verdad. Sólo quería asegurarme de que tus planes no habían cambiado. Tengo que ir al gimnasio y reunirme con el entrenador. No puedo dejar a Daisy aquí sola."
Oh... no estaba tratando de deshacerse de mí.
"Odio pedirte que vengas aquí y quedarte con ella mientras estoy fuera. "Me alegro de poder cuidarla por ti. Tenía pensado pasar el resto del día con Daisy, así que no hay problema. Estaré ahí en unos minutos."
Otra pausa. ¿Qué le pasaba?
"Está bien. Gracias, Manda."
¿No estaba acostumbrado a que alguien le ayudara con los niños? "No tienes porqué darme las gracias. Nos vemos en un segundo."
Colgué y encendí el coche para ir a casa de Preston.
La puerta del apartamento de Preston se abrió antes de llamar. Preston me cogió y me llevó dentro. Inmediatamente su boca cubrió la mía. Era diferente esta vez. Estaba desesperado, estaba tratando de aferrarse a mí. ¿Estaba preocupado de que cambiase de opinión? ¿Después de haberlo perseguido durante meses? Dejé caer mi mochila en el suelo y deslicé mis manos en su pelo. Necesitaba algún consuelo de mí, estaba segura. Así que se lo di.
"No quiero dejarte," dijo contra mi boca mientras cerraba la puerta detrás de mí, y luego me apretaba contra ella.
"Estaré aquí cuando vuelvas," le aseguré, y le pellizqué el labio inferior antes de acariciarle el interior de su boca con mi lengua.
"Pero yo no quiero irme," repitió. Parecía que estaba en pánico mientras sus manos corrían por el interior de mi camisa y tomaba mis tetas. "Te deseo, Manda. Sólo a ti."
No pude evitar sonreír. Eso sonaba tan bien... "Es sólo un entrenamiento, Preston. Te daré un masaje cuando vuelvas."
Sus brazos se apretaron aún más a mi alrededor, y sentí que le vibraba el teléfono en el bolsillo. Masculló una maldición y se apartó de mí. Me pasó el pulgar sobre el labio inferior. "Me tengo que ir. Ojalá no tuviera que hacerlo."
El Preston pegajoso era algo nuevo. Me gustaba, pero también me molestaba un poco. No quería que se preocupara cada vez que se tuviera que ir y pensara que todo iba a ser diferente cuando volviera. ¿Estaba inseguro? No sabía que era así.
"Cuanto antes te vayas, antes te recibiré," le dije, mordiéndole el pulgar que todavía estaba tocándome el labio. "Ahora, vete."
Preston asintió y dejó caer su mano de mi boca. Empezó a decir algo más y paró. Me alejé de la puerta y vi cómo la abría. Me miró una vez más antes de irse.
Le di una sonrisa tranquilizadora, y me dio una sonrisa lenta y sexy. Me gustaba cuando sonreía. No quería que estuviera preocupado o ansioso. Cuando cerró la puerta, me di cuenta de que no llevaba la bolsa con él. Eso era raro. Tal vez tenía ropa de cambio en su taquilla del gimnasio.
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