Tres meses después…
Preston
El último escalón estaba podrido, necesitaba priorizar esto ne mi lista. Uno de los chicos podía bajar por ahí y terminar con un tobillo torcido o peor aún, una pierna rota, si lo ignoraba. Pasé por encima y caminé el resto del camino por las escaleras de la caravana de mi madre.
Había pasado una semana desde que me fui. El último novio de mi madre estaba borracho, y él había insultado a mi hermana de siete años, Daisy, por haber tirado el vaso de zumo de naranja. Yo le había reventado el labio, mi madre me había gritado y me había echado. Pensé que una semana era suficiente para que lo superara.
La mosquitera se abrió y una gran sonrisa desdentada me saludó.
"¡Preston está aquí!" gritó Brent, mi hermano de ocho años, antes de envolver sus brazos alrededor de mis piernas.
"Oye, amigo, ¿qué pasa?" le pregunté, incapaz de devolverle el abrazo. Mis brazos estaban llenos de provisiones para la semana.
"Él ha traído comida," dijo Jimmy, mi hermano de once años, y salió y cogió una de las bolsas que llevaba.
"Yo llevo estas, hay más en el Jeep, ve a por ellas. Pero ten cuidado que el último escalón está roto, tengo que arreglarlo."
Jimmy asintió y fue corriendo hacia el Jeep.
"¿Me has traído mi dosis de Fwooty Pebbles (Fruity Pebbles: cereales)?" me preguntó Daisy mientras entraba en la sala de estar. Daisy iba retrasada en su desarrollo, al hablar. Yo lo culpaba a la falta de cuidado de mi madre.
"Sí, Señorita Daisy, te he traído dos cajas," le aseguré y caminé a través de la gastada y descolorida alfombra azul para dejar las bolsas en el suelo de la cocina. Todo apestaba a humo de cigarrillo y olía mal.
"¿Mamá?" la llamé. Sabía que estaba aquí, el viejo Chevelle destartalado que conducía estaba en el patio. No iba a dejar que me evitara, porque debía el alquiler.
"Está durmiendo," me dijo Daisy en un susurro.
No podía dejar de fruncir el ceño, ella siempre estaba durmiendo. Si no estaba durmiendo, estaba fuera bebiendo.
"El idiota la dejó ayer y lleva haciendo pucheros desde entonces," dijo Jimmy y puso las otras bolsas al lado de las mías.
Mejor para todos, el hombre era un gorrón. Si no fuera por los niños, yo nunca aparecería por aquí. Pero mi madre tenía la custodia porque en Alabama, siempre y cuando tengas un techo bajo el que vivir y no abuses de tus hijos, puedes mantenerlos. Es una puta mierda.
"¿Has compado eche?" preguntó Daisy con asombro mientras sacaba tres litros de leche de una bolsa de papel.
"Por supuesto. ¿Cómo te vas a comer los cereales sin leche?" le pregunté, inclinándome para mirarla a los ojos.
"Peston, no creo que pueda comérmelo todo yo," dijo en un susurro. Qué linda era.
Le revolví los rizos marrones y me levanté.
"Bueno, entonces habrá que compartir con los chicos."
Daisy asintió con seriedad como si ella estuviese de acuerdo con esa buena idea.
"¡Has comprado rollos de pizza! ¡SÍ! ¡PUNTO PARA TI!" vitoreó Jimmy mientras sacaba la caja grande de su comida favorita y corría hacia el congelador con ella.
Al verlos entusiasmarse así con la comida, se me olvidó todo lo demás. Yo a su edad sólo tenía pan y agua, a mi madre no le importaba si comía o no. Si no hubiera sido por mi mejor amigo, Marcus Hardy, que compartía su almuerzo conmigo todos los días en el colegio, probablemente me habría muerto de desnutrición. Por eso, no iba a dejar que eso le sucediera a los niños.
"Pensé que te dije que te fueras, ya has causado bastantes problemas aquí. Echaste a Randy y se ha ido, no lo puedo culpar después de que le rompieses la nariz por nada." Mamá estaba despierta.
Puse la última lata de raviolis en el armario antes de darme la vuelta para saludarla. Llevaba una túnica de colores que una vez fue blanca, ahora era de un color bronceado. Su pelo estaba enmarañado y llevaba el rímel por debajo de los ojos. Ella era el único pariente que tenía, era un milagro que yo hubiese sobrevivido hasta ahora.
"Hola, mamá," le contesté, y cogí una caja de galletas de queso para guardarlas.
"Los sobornas con comida, pedazo de mierda. Ellos sólo te quieren porque les das de comer esas cosas de lujo. Puedo alimentar perfectamente a mis propios hijos, no te necesito," me dijo mientras descansaba sus pies descalzos sobre la silla más cercana y se sentaba.
"Quiero pagar el alquiler antes de irme, pero sé que tienes otras deudas, ¿dónde están?"
Cogió el paquete de cigarrillos que estaba encima de la mesa.
"Las facturas están encima de la nevera. Los escondí de Randy, sino se hubiese ido."
Perfecto, las facturas de la electricidad y del agua habían echado al hombre. Mi madre sabía cómo elegirlos.
"Oh, Peston, ¿puedo coger uno de etas?" me preguntó Daisy, sosteniendo una naranja.
"Por supuesto que puedes. Ven aquí que te la pele," le contesté, tendiéndole la mano para que me la diese.
"Deja de mimarla. Vienes aquí y la tratas como un bebé, y cuando te vas, tengo que cuidarla yo. Ella necesita crecer y hacerse las cosas por sí misma." Las amargas palabras de mi madre no eran nada nuevo.
Sin embargo, al mirar a Daisy y ver cómo parpadeaba y se ponía a llorar, me callé por temor a ser abofeteado y enfadarme más.
Me agaché y le besé la parte superior de la cabeza antes de cogerle la naranja y pelársela. Aunque al enfrentarme a ella, mi hermana estaría peor luego. Cuando me fuese, me aseguraría de que Jimmy cuidase de Daisy. Dejarlos aquí no era fácil, pero no tenía la cantidad de dinero suficiente para mantenerlos a todos. Y el estilo de vida que había elegido con el fin de asegurarme de que estaban bien y poder cuidarlos no sería aceptado por los tribunales.
Lo mejor que podía hacer era vener aquí una vez a la semana y darles de comer y asegurarme de pagar sus facturas. No podía hacer más.
"¿Cuándo es la próxima cita con el médico de Daisy?" pregunté, queriendo cambiar de tema, y así sabía cuando tenía que venir a recogerla y llevarla.
"Creo que fue la semana pasada. ¿Por qué no llamas al médico y se lo preguntas tú, si estás tan preocupado por eso? Ella no está enferma, sólo es perezosa."
Terminé de pelarle la naranja, cogí una servilleta y se la di a Daisy.
"Gacias, Peston."
Me agaché y me puse a su nivel.
"No hay de qué. Cómete eso, es bueno para ti. Apuesto a que Jimmy saldrá al porche contigo si tú quieres."
Daisy frunció el ceño y se inclinó hacia delante.
"Jimmy no va a sali a la calle poque Becky vive al lado. Él piensa que ella es bonita."
"Maldita sea, Daisy, ¿por qué tienes que decírselo?"
"No le hables así a tu hermana," le advertí, y me levanté. "No hay ninguna razón para que te avergüences porque te parezca guapa una chica."
"No le hagas caso, él se acuesta con una distinta cada noche, al igual que tu padre." A mi madre le encantaba dejarme mal delante de los niños.
Jimmy sonrió.
“Lo sé, voy a ser como Preston cuando sea mayor.”
Le di un golpe en la parte posterior de la cabeza.
"No digas eso, muchacho."
Jimmy se echó a reír y se dirigió a la puerta.
"Vamos, Señorita Daisy. Voy a salir contigo a la calle durante un rato."
No miré hacia atrás mientras terminaba de guardar la comida. Luego, recuperé las facturas de la parte superior de la nevera.
Brent se sentó en silencio en el taburete de la barra, mirándome.
Tendría que pasar un poco de tiempo con él antes de irme. Era el mediano y no me presionaba para llamar la atención. Pero había mandado a los otros dos fuera, porque sabía que le gustaba tenerme para él solo.
"Entonces, ¿qué hay de nuevo?" le pregunté, inclinándome sobre la barra para mirarle.
Él sonrió y se encogió de hombros.
"No mucho. Quiero jugar al fútbol este año, pero mamá dice que cuesta demasiado y que sería muy malo porque soy demasiado flacucho."
Dios, es una perra.
"¿Dice eso? Pues, yo no estoy de acuerdo. Creo que serías un gran receptor. ¿Por qué no me das la información y lo compruebo?"
Los ojos de Bret se iluminaron. "¿En serio? Porque Greg y Joe están jugando, y viven en las caravanas nuevas de allí." Señaló hacia la parte trasera del parking de caravanas. "Su padre me dijo que podía irme con ellos y esas cosas. Sólo necesitaba a alguien para rellenar el papel y pagar."
"Tú sigue adelante y paga por ello. Cuando te hagas daño, ya sabes quien tiene la culpa," dijo mi madre a través del cigarrillo que colgaba de su boca.
"Estoy seguro de que tienen entrenadores y adultos que los supervisas, además es muy raro que alguien a esta edad salga herido de verdad," le dije, lanzándole una mirada de advertencia.
"Cuando todos ellos estén en la cárcel y los tengas que rescatar, todo será culpa tuya." Ella se puso de pie y caminó de regreso a su habitación. Una vez que la puerta se cerró detrás de ella, me volví a mirar a Brent.
"No le hagas caso. ¿Me escuchas? Eres inteligente, y vas a hacer algo por ti mismo. Yo creo ti."
Brent asintió.
"Lo sé. Gracias por el fútbol."
Extendí la mano y le acaricié la cabeza.
"No hay de qué. Ahora, ¿por qué no vamos afuera y me acompañas al Jeep?"
Amanda
Marcus, mi hermano mayor, estaba enfadado conmigo. Estaba convencido de que me iba a quedar en casa en vez de ir a Auburn como lo había planeado, por mi madre. No lo estaba, bueno, tal vez un poco. Al principio había sido por razones totalmente egoístas, quería llegar a Preston Drake. Pero, hace tres meses había estado unos cuarenta minutos con él. Desde entonces no me había hecho caso. Después de varios intentos lamentables por llamar su atención, dejé de intentarlo.
Por desgracia, era demasiado tarde para decidir que quería ir a Auburn en lugar de a la universidad de aquí.
Sin embargo, estaba aliviada por no poder irme lejos. Mi madre estaba luchando con la traición y el abandono de mi padre. Él vivía ahora a una hora de distancia con su joven novia y su hijo.
Salir de casa significaba dejar a mi madre sola en esta casa tan grande. Si yo no hubiera tomado la decisión de quedarme y tratar de llamar la atención de Preston, me marcharía hoy para Auburn. Mamá estaría llorando y yo estaría mala del estómago por la preocupación. Ella no era lo suficientemente fuerte como para quedarse sola. Tal vez el año que viene.
"No puedes vivir aquí para siempre, Amanda," me dijo Marcus mientras paseaba delante de mí.
Había salido a la piscina con la revista People con la esperanza de tomar un poco de sol, pero Marcus había aparecido.
"En algún momento vamos a tener que dejar a mamá sola para que supere la situación. Sé que es duro. Mírame, todavía vengo cuatro o cinco veces a la semana sólo para asegurarme de que está bien, pero no quiero que renuncies a tus sueños porque te sientas responsable de nuestra madre."
Me las había arreglado para mantenerlo en secreto que no me iba a ir a Auburn hasta hoy. Normalmente, estaba en su mundo con su prometida, Willow, y sus cursos online para mantenerse al día con lo que estaba haciendo.
"Lo sé, pero tal vez yo no estoy listo para irme de casa. Tal vez todo esto es sobre mí. ¿Alguna vez has pensado eso?"
Marcus frunció el ceño y se frotó la barbilla con fuerza, lo que significaba que se sentía confuso.
“Está bien. Digamos que no quieres irte todavía. ¿Has considerado ir en Enero?”
Suspiré y me puse la revista en el regazo.
“No, no lo he hecho, porque eso es una estupidez. Puedo estar un año aquí e irme allí el año que viene. A mí me parece bien. Conozco a la gente de aquí, y además quiero estar aquí para la boda, quiero ayudar a Willow a planearlo. No quiero estar a cuatro horas de distancia para perderme todo esto.”
Le pegué por debajo del cinturón. Cuando le hablaba de la boda se le olvidaba todo. Marcus dejó su interminable ritmo y se sentó en el extremo de la silla junto a mí.
"¿En serio que quieres quedarte en casa? ¿No estás lista para irte todavía? Porque si es así, me parece bien. No quiero que te vayas si no estás lista. Tan seguro como el infierno de que no quiero que vayas a Auburn. Pero si esto es lo que quieres, entonces estoy feliz. Es sólo que no quiero que papá destroce más nuestras vidas."
Era un buen chico. ¿Por qué no podía estar enamorada de un chico bueno como mi hermano sobreprotector? Había chicos por ahí como él. Había conocido a algunos. ¿Por qué tenía que enamorarme de un chico que se acostaba con todas?
"Es todo sobre mí, te lo juro."
Marcus asintió, me pegó en los pies y se levantó.
"Bueno, ahora me siento mucho mejor. Como no te vas hoy, estás invitada a la fiesta de compromiso que los chicos nos hacen a Low y a mí."
¿Chicos?
"¿Qué chicos?"
"Ya sabes, los chicos. Rock, Preston, Dewayne, bueno, la verdad es que, lo está haciendo casi todo Trisha y los chicos sólo están planeando comprar el alcohol."
"¿Ella necesita ayuda?" le pregunté, pensando en lo ridículo que era que yo tuviera alguna esperanza porque me pusieran junto a Preston.
"Sí, estoy seguro de que sí. ¿Por qué no la llamas?"
Lo haré hoy.
"Está bien, perfecto. ¿Cuándo es?"
"Este viernes por la noche."
No hay comentarios:
Publicar un comentario