viernes, 21 de marzo de 2014

ÚLTIMO CAPÍTULO. CAPÍTULO 25

Eva

"Si no dejas de moverte no puedo," me gruñó Cage al oído y me hizo reír.
"Lo siento, me portaré bien," le prometí.
"No he dicho que te portes bien, nena. Me gustas mala y traviesa," me besa en el hombro y desliza su dedo hacia arriba entre mis piernas, "y caliente."
"Si no quieres que me mueva, no hables así de sucio," le susurré.
Cage sonrió, "Estoy hablando bien, bebé. Es hablar dulcemente. Pero si quieres que hable sucio lo haré."
"Quiero tu otro pezón perforado, deja de distraerme."
Cage mordisqueó mi oreja.
"Sé que quieres esto y me estoy volviendo loco con tu lengua pequeñita."
"Eres como un gran caramelo, te comería entero, incluso esos hoyuelos que tienes al final de la espalda."
Su sonrisa se extendió por su rostro lentamente.
"Me gusta cuando te lames los labios. Apuesto a que podemos conseguir una habitación privada si quieres mostrarme exactamente lo que puede hacer con esa lengua."

La puerta se abrió y entró una mujer. Llevaba varios tatuajes y llevaba piercings en la mayoría de la cara. Sus ojos se fueron a Cage, lo cual ayudó a probar lo que había dicho sobre que era un gran caramelo. Ella también lo sabía.

"Bueno, así que quieres otro piercing en el pezón," dijo ella, sentándose y preparándolo todo.
"Ella quiere que tenga otro piercing," respondió, guiñándome el ojo.
La chica me miró y pude ver la envidia en ellos, no la culpo.
"Quítate la camisa," dijo la chica.

Me agaché y le quité la camisa, él levantó los brazos obedientemente. Miré a la chica y vi que ella estaba disfrutando del espectáculo. Me molestó un poco pero me acurruqué en su regazo y sentí que su brazo me apretaba mientras metía su mano entre mis piernas.

"¿Estás listo?" le preguntó.
"No tienes ni idea," respondió con un tono divertido. Me mordí el labio para no reírme.

La chica frotó alcohol sobre su pezón haciendo que se endureciera. Luego cogió una pinza y luego vino la aguja. Me tensé en el regazo de Cage y él se rió deslizando su mano por la parte interior de mis muslos. Ni siquiera estaba preocupado.
Cuando entró la aguja él ni siquiera reaccionó. Yo grité un poco pero esa fue la única reacción.
Lo siguiente que hizo fue ponerle la barra de plata.

"Ya está hecho," anunció la chica y respiré de alivio.
"Hay que mantenerlo limpio y que no lo toquen sustancias extrañas hasta que se cure," me miró directamente a mí y me pregunté si eso que decía tenía algo que ver conmigo.
"Lo sé," respondió Cage, se levantó y me cogió la mano.
"¿Quieres que me ponga la camisa de nuevo?" me preguntó Cage.
Consideré todas las mujeres que nos podíamos encontrar de aquí al coche y asentí con la cabeza. Extendió la mano, la cogió y se la puso.
"Vamos, estoy listo para ver cuánto te gusta esto," dijo sonriéndome con malicia.
"¿No es mi saliva una sustancia extraña? ¿No te dolerá?"
Cage se inclinó y me susurró al oído: "Tu saliva es perfecta y en cuanto al dolor, nunca nos ha detenido antes."


Cage

Eva jugueteaba nerviosamente con sus manos en el viaje de vuelta a su casa, ya que iba a traer todas sus cosas a mi apartamento. Se lo había dicho a su padre con tranquilidad y no tenía ningún problema. Pero había algo que le molestaba y eso no me gustaba.

"¿Por qué estás haciendo eso con las manos?" Eva se detuvo al instante y dejó escapar una pequeña sonrisa.
"No me di cuenta de que lo estaba haciendo."
"¿Qué es lo que te moelsta? ¿Por qué estás nerviosa?"
Ella se mordió el interior de la mejilla y ya sabía de sobra que lo hacía también cuando estaba nerviosa. Me miró y me dijo: "¿Estás seguro que quieres que te responda?"
Tuve un breve momento de pánico, pero me recordé a mí mismo que ella acababa de decirle a su padre que estaba enamorada de mí.
"Sí, creo que sí." Respondí con cautela.
Ella dejó escapar un suspiro y se encogió de hombros.
"Me preocupa que sea demasiado pronto. ¿Y si te cansas de tenerme cerca todo el tiempo? ¿Qué pasa si me como todas tus cereales o dejo mi maquillaje en el baño o ronco?"
El alivio se apoderó de mí, esto sí que lo podía arreglar. Ella no iba a agobiarme. Entré en el aparcamiento de nuestro apartamento, apagué el motor y me volví a mirarla.
"Lo primero de todo que yo no como cereales. También espero que salga todo lo malo de ti, así podré notar cuando no estás y saber que vas a volver. Y no, no roncas. En cambio, si que haces un ronroneo suave que es tan jodidamente bonito que sólo quiero quedarme despierto y escucharte."
Eva se inclinó y me dio un rápido beso suave.
"Te amo."
Esas palabras hacían que me saliese sola una sonrisa tonta.
"Así que ahora vas a subir conmigo las escaleras y me vas a demostrar lo mucho que me amas. Tengo todo tipo de ideas."
Eva se acercó y pellizcó suavemente mi nuevo piercing.
"¿Tiene algo que ver con esto?" me preguntó ella con voz ronca, y me puso inmediatamente caliente.
"Diablos, claro que sí."

Estaba emocionado, y no sólo por eso, tenía una sorpresa para ella. Llevaba dos de sus cuadro mis brazos, así que los puse al lado de la puerta para así poder abrirla. Además, no quería que nada obstruyera mi visión del rostro de Eva cuando ella entrara en el apartamento. Giré el pomo lentamente y la abrí.

"Las damas primero," le dije, dando un paso atrás para dejarla entrar.

Eva me dio una pequeña sonrisa confusa y entró en la habitación. La seguí adentro y ni una sola vez aparté los ojos de su cara. En el momento en que vio el piano en medio de la sala de estar y una docena de rosas rojas encima, se quedó paralizada. Su boca se abrió y entonces caminó lentamente hacia el piano.
No respiré, no podía. Necesitaba que me dijese algo.
¿Me había equivocado al comprárselo?
Eva pasó los dedos sobre las teclas de marfil, luego alargó la mano y cogió la pequeña tarjeta que había dejado con las rosas.

Se limitó a decir: "Te quiero."
Cuando sus ojos se encontraron con los míos vi que estaba llorando. Se cubrió la mano con la boca y negó con la cabeza. Mierda... la había hecho llorar, no era eso lo que quería.
"No puedo creer que me hayas comprado un piano," dijo ella mientras intentaba respirar normalmente.
"Si no lo quieres no tenemos por qué quedárnoslo. Pensé que, puesto que me dijiste..."
"No te vas a llevar mi piano a ningún sitio," dijo interrumpiéndome. Una sonrisa se dibujó en su rostro y una pequeña risa salió de sus labios. "Me has conseguido un piano," dijo sacudiendo la cabeza como si no pudiera comprenderlo.
"Tú querías uno," le contesté.
Dejó la tarjeta en el piano y se paró delante de mí. Puso sus dos manos sobre mi pecho y me miró a la cara.
"Cage, voy a querer un montón de cosas, pero no quiero que me las compres. Lo que más quiero por encima de todo es a ti y te tengo. De alguna manera, me enganchó el famoso playboy Cage York y no tengo intención de dejarlo ir."
Sonriendo, me agaché y le toqué el labio inferior con la yema del pulgar.
"Entonces, ¿quieres decir que no tenía que haberte comprado este piano para sobornarte? Joder, nena, si lo hubiera sabido me habría ahorrado el dinero."
Eva se echó a reír y me dio una palmada en el pecho.
"Estoy tratando de ser dulce y te estás burlando de mí."
"Lo siento, no sabía que querías ser dulce. Tengo una idea, vamos a ducharnos, te dejo que me pruebes y veo lo dulce que eres."
"¿No vas a dejarme tocar mi piano por primera vez?" me preguntó ella, mirando hacia atrás con nostalgia a su regalo.

"No me importa que pruebes el piano, es bueno para mí también. Apuesto a que estás muy sexy sentada ahí."


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