domingo, 14 de julio de 2013

CAPÍTULO 13

Marcus

Willow había ido a ducharse. Al parecer, ella tenía miedo de que me enfrentase solo a Cage. El hecho de que ella se interpusiera entre ambos para protegerme me hubiera parecido divertido si no estuviera enfadado.
Me daban ganas de salir y golpear algo para que ella pudiera ver que yo no era un chico rico y malcriado que nunca se había peleado y le habían partido el labio.
Ella había conocido a Rock, Dewayne y Preston. Se notaba que yo no me juntaba con la gente del club de campo. Le di la vuelta al último panqueque y cogí la mantequilla de la nevera.

“Ella ha cambiado sus cosas de sitio, ¿le dijiste tú que lo hiciera?” me preguntó Cage detrás de mí.
Supongo que al final íbamos a hablar solos. Saqué una barra de mantequilla y me di la vuelta, cerrando la puerta detrás de mí.
“Yo no la obligué a nada.”
Cage gruñó y miró a la puerta de mi cuarto de baño. Esa era la primera vez que se había duchado en mi cuarto de baño, normalmente utilizaba el de Cage.
“¿Por qué Low? Podrías haber conseguido a una chica elegante en esta maldita ciudad. ¿Por qué tuviste que ir y lo arruinas con Low?”

Cuando decía esas estupideces me hacía cuestionar el creer que él pensaba que ella era especial.
Fui a coger un cuchillo para ponerle mantequilla a los panqueques. Sin mirar hacia atrás para mirarlo por miedo a perder mi temperamento, me respondió.

“Tú mejor que nadie debes saber lo especial que es, las chicas como ella no son fáciles de encontrar. Desde el momento en el que abrí esa puerta…” dejé de cortar y lo miré.
Quería que él viera mi cara cuando le dijese esto, yo necesitaba que me creyese.
“Yo sabía que estaba empezando a enamorarme de ella, y por mucho que odies escuchar esto ella también quiere acercarse a mí.”
Cage dejó escapar una risa dura y se giró para volver a su habitación. Volví a cortar la mantequilla.
“Quiero creer que no vas a hacerle daño, pero sé que lo harás. Voy a dar un paso atrás y voy a estar fuera de este juego. Porque sé que al final, vendrá corriendo de nuevo a mí.”

Su puerta se cerró detrás de él. Él estaba equivocado, pero no iba a discutirlo más. Mientras que se apartase y nos dejase solos, me parecía bien. Eso era más de lo que esperaba, la verdad.
Puse la mesa y serví el café como le gusta a Low, también puse un vaso de zumo de naranja junto al plato de panqueques. No sabía si le gustaba tomar café con comida. A mí me gustaba la leche fría con los panqueques, así que le serví un vaso.
La puerta de mi cuarto de baño se abrió y ella salió vestida con la misma ropa que antes, pero ahora su cabello caía húmedo y suelto por la espalda. Los extremos se cerraban un poco cuando estaba mojado. Su rostro estaba limpio, sin maquillaje y estaba preciosa. Sus ojos verdes y grandes se fijaron en la mesa, a continuación me miró a los ojos agradeciéndomelo.

“Guau, eso tiene muy buena pinta.”
Saqué su silla y agité la mano para que ella tomara asiento. Riendo vino y se detuvo justo enfrente de mí. De pie y de puntillas me besó suavemente y luego se echó hacia atrás y me susurró:
“Gracias.”
“De nada.”
Ella se sentó en su silla y yo me senté en la mía.
“Nunca nadie me había hecho esto. Siempre pensé que sería un poco raro el poner la silla, pero lo has hecho tan fácil como en televisión.”
Sonreí y alcancé el sirope.
“Trabajé para Jax Stone durante varios veranos en su casa de vacaciones en la isla. Uno de mis trabajos era servir la comida. Le coloqué la silla a su madre un millón de veces.”
Su boca hizo una pequeña forma o.
“¿Ahí conociste a Sadie?”
Asentí con la cabeza y una vez más me sorprendió que mi pecho no doliera ante la mención de Sadie.
“Um, Marcus,” ella se rio y levanté la vista para ver que era tan gracioso.
“¿Por qué me das 3 bebidas?”
Esta vez me reí yo y me encogí de hombros.
“No estaba seguro de lo que te gustaba.”
Willow se mordió el labio inferior sin dejar de sonreír y luego cogió la leche.
“Con cosas dulces, me gusta la leche.”
“Lo recordaré.”


Willow

Tenía que trabajar esta noche, pero Tawny me llamó y me preguntó si me podía quedar con Larissa un par de horas por la tarde. Marcus no había discutido conmigo como Cage quería. Él parecía entender la locura de mi familia y me llevó hasta allí. Me había hecho prometer que lo llamara en cuanto estuviera lista para irme.
Él estaba buscando trabajo y tenía un papel para escribir para uno de sus cursos en línea. Alejarme de él se me hacía duro, ya era adicta a él. Aunque eso no era un comportamiento muy saludable.
Como de costumbre Tawny llegaba tarde, me había prometido que tendría tiempo de ir a casa y cambiarme antes de ir al trabajo, pero parecía que me iba a tener que ir directa.
Eché un vistazo a mi teléfono por décima vez en unos 5 minutos y solté un gruñido de frustración. ¿Por qué no me avisaba cuando iba a llegar tarde?
Escuché el crujir de la grava bajo los neumáticos y fui a cerrar la puerta de Larissa para que Tawny no la despertase de su siesta.
Me voy fuera para llamar a Marcus después de hablar con Tawny, no quería que escuchara la conversación. Estaba caminando cerca de la ventana cuando me detuve. En lugar del Ford Taurus de Tawny había un coche negro muy caro en el camino de la entrada, eso no podía ser bueno. Me di la vuelta, me fui hacia la puerta y de repente entró mi hermana con un hombre mayor, muy mayor.

“Ya te puedes ir,” me dijo Tawne mientras paseaba por la casa y me miraba como si fuese una niñera.
“Um, bien,” le devolví la mirada al hombre extraño.

¿Este era su nuevo papá? Quien quiera que fuese yo quería saberlo antes de irme. Si Tawny iba a traer a hombres extraños a conocer a mi sobrina yo también quería saber quiénes eran.

“Llego tarde y tú tienes que trabajar. ¿Por qué te quedas ahí parada?”
El hombre frunció el ceño ligeramente a Tawny y dio un paso hacia mí con la mano extendida.
“Hola, soy Jefferson.”
¿Eso es todo, un nombre?
“Willow, la hermana de Tawny,” le contesté, sacudiendo la mano tan firmemente como pude.
Una sonrisa asomó a sus labios y de repente se volvió bastante familiar. Qué extraño… Nunca lo había visto antes. Estudié su rostro con cuidado.
“Bueno, ya habéis cumplidos los dos. Ya te puedes ir,” la irritación en la voz de Tawny era inconfundible.
Ella no me quiere aquí, pero ahora yo tenía curiosidad y eso era muy malo.
“¿Estás saliendo con mi hermana?” le pregunté, pensando en su nombre a ver si me acordaba de él.
“Sí.”
“¿No eres lo suficientemente mayor como para ser su padre?”
“¡WILLOW!” chilló Tawny asaltando la habitación y me agarró tan fuerte el brazo que me clavó las uñas.
“¿Qué? Tengo derecho a saber quién es exactamente. Lo estás trayendo cerca de mi sobrina.”
“¡FUERA!” ella hervía.
Quité su brazo y la miré.
“No, hasta que consiga respuestas.”
“Low, ayúdame...”
“Lowlow,” la pequeña voz de Larissa interrumpió a mi hermana y ambas nos volvimos y la vimos en la puerta.

Sus rizos rubios estaban desordenados ya que acababa de levantarse de la siesta.

“Ey dormilona estás despierta,” le contesté yendo hacia ella.
Levantó un poco sus brazos y la cogí suavemente y la puse en mi cadera.
“Mamá,” murmuró con voz soñolienta señalando a Tawny.
“Sí, mamá está en casa.”
“Papi,” señaló a Jefferson.

Mi cabeza se giró bruscamente y mis ojos se encontraron con los suyos. Poco a poco me fijé en su nariz y en sus ojos. La forma en la que su labio inferior era ligeramente más grande que su superior. ¿Podría ser él? Sostuve firmemente a Larissa y cambié mi mirada de duda a mi hermana. Dejó escapar un suspiro y puso los ojos en blanco.

“Está bien, de todos modos te ibas a dar cuenta muy pronto,” dijo entre dientes.
“Jefferson es el padre de Larissa, pero él está todavía casado y está en proceso de divorcio. Al final yo me mudaré, puedes quedarte con esta casa cuando nos vayamos. No quiero volver a poner los pies más aquí.”
Ella había roto un matrimonio. Larissa era fruto de una relación de amantes, oh mierda.
“Cierra la boca y dame a Larissa. Vete, por favor.”

Caminé hacia Tawny mientras estaba en una nube. Siempre me había preguntado quién era, pero oírla admitirlo era como si me hubiera abofeteado. Tawny intentó coger a Larissa y enterró su cabeza en mi pecho y se aferró a mí.

“No,” dijo en voz alta.
Las lágrimas empezaron a caerle.
“Dámela Low,” Tawny estaba enfadada.
“Tienes que irte con mamá ahora, chica dulce. Tengo que irme a trabajar,” le dije mientras ella levantaba la cabeza suavemente hacia atrás para mirarme.
“Mi Lowlow,” anunció envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello.
“Sí, su Lowlow pero tu Lowlow tiene que ir a trabajar. Su….,” me detuve y miré hacia Jefferson ignorando el nudo de mi estómago: “papá está aquí para verte.”

Sentí que iba a vomitar. Mi dulce niña fue producto del adulterio. Tenía ganas de gritar a todo pulmón, esto era tan injusto. Odiaba lo que Tawny había hecho, pero sin embargo no podía desear que nunca hubiera sucedido. Mientras sostenía a Larissa yo nunca desearía que ella no existiese.

“Mi Lowlow,” repitió Larissa acariciando mi pecho.

Volví mi atención a ella y ella le estaba dando a su padre una sonrisa mientras me lo presentaba. Las lágrimas quemaron mis ojos y las obligué a retroceder. Llorar la alteraría y tenía que irme. A pesar de que quería quedarme y envolverla con fuerza entre mis brazos. Yo la quería lejos de la verdad que la perseguiría siempre. Yo sabía de sobra lo que se sentía. Su padre sólo iría a visitarla cuando podía alejarse de su verdadera familia, ya que era producto de una aventura, igual que yo. Eso me había ensombrecido mi vida entera. No era suficiente que mi papá me quisiera todo el tiempo, y de repente las visitas se detuvieron. Se había mudado lejos con su familia y nunca supe nada más de él.
No tenía ninguna duda de que Jefferson haría lo mismo con Larissa. Él le diría a mi estúpida hermana que dejaba a su esposa, pero nunca lo haría. Ella nunca dejaría esa casa. Larissa crecería mientras iban entrando y saliendo distintos hombres de esa casa y ella lloraría hasta quedarse dormida por el padre que no la quería.

“Dámela y vete,” Tawny exigió a Larissa que se pusiese en sus brazos.
Ella sabía lo que yo estaba pensando, me odiaba por ello. La furia que veía en sus ojos no me asustaba. El dolor que eventualmente tendría que enfrentar cuando este hombre se fuera y las dejara solas, era lo que me asustaba.
“MI LOWLOW,” aulló Larissa cuando la dejé irse.
“Sssh Larissa, es suficiente,” la regañó Larissa, aunque eso sólo sirvió para que Larissa gritara más fuerte.
Quería cogerla de nuevo, pero llegaría muy tarde. En lugar de eso, lo que hice fue mandarle un beso.
“Te quiero mi niña bonita.”
Luego me acordé de lo que dijo Marcus y le dije: “Recuerda, actúa como una princesa. Las princesas no gritan.”
Hizo una pausa y pensó un minuto, mientras las pequeñas lágrimas rodaban por sus mejillas.
“Bolos,” dijo con el ceño fruncido.
“Sí, es cierto que dicen bolos,” le aseguré y me despedí. “Te veré pronto, pórtate bien.”

Me di la vuelta y corrí hacia la puerta antes de que me cayesen las lágrimas. Caminé una milla cuando vi que la camioneta de Marcus estaba a mi lado. Estaba fuera de ella y venía hacia mí, sabía que parecía un desastre. No lo había llamado porque necesitaba llorar y vomitar. Caminar me ayudaría a calmarme un poco y a despejarme la cabeza.

“Low, ¿qué pasa?”, me preguntó abrazándome.

Sacudí la cabeza y me obligué a no perderlo de nuevo, no podía decirle a Marcus nada de esto. Mi mundo era algo que no entendía, era feo. No quería que la mancha que me había seguido toda mi vida afectase a mi relación. Él me vería diferente si lo supiera y vería a Larissa diferente. No podía compartir esa parte de mí con él.

“¿Por qué no me has llamado? Estaba escribiendo y miré la hora, me di cuenta de que me deberías haber llamado hace una hora, vine tan rápido como pude.”

Me aparté de su pecho y tragué el nudo que tenía en la garganta. El sabor ácido del vómito me quemaba en la garganta.

“Tuve una pelea con Tawny, es idiota. Además Larissa estaba llorando porque me iba, odio tener que dejarla así.”

Marcus asintió, sus pulgares acariciaban mis mejillas mientras me sostenía la cara. Realmente esperaba que no me besase. Tenía que lavarme los dientes…

“La familia puede fastidiar mucho,” él estuvo de acuerdo.
Luego se volvió y abrió la puerta de la camioneta, me levantó y me puso en el asiento.
“La próxima vez me llamas, por favor,” me rogó.

Asentí con la cabeza y forcé una sonrisa.

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