lunes, 10 de octubre de 2016

Capítulo 2

Q.

Yo estaba acostumbrando a andar a escondidas.
Lo había hecho cuando era un niño. Lo hice cuando era un adulto. En parte, porque me ha gustado ser invisible, para acercarme y escuchar a escondidas cuando otros no me estaban esperando y acechar a los bastardos que perjudican a las mujeres por placer, pero, principalmente, porque era lo que yo era.
No podía cambiar hábitos que se habían convertido en una parte de mí.
Me moví en silencio.
No sabía hacerlo de ninguna otra manera.
Sin embargo, esta noche no estaba infiltrado en el foso de un enemigo; volvía a la mujer que amaba, de puntillas a través de nuestro dormitorio como un maldito fugitivo.
Cada día, se hacía más difícil evitarla.
Ella sabía que algo me molestaba, pero no había reunido el valor de pedírselo todavía. Pero lo haría. Sólo era cuestión de tiempo.
Pero ese momento no era esta noche. No después del largo día que había tenido.
Mis ojos se acostumbraron a la oscuridad; sólo una pequeña porción de la luz de la luna se quebró a través de las cortinas.
Mi esposa, nunca me cansaría de esa palabra, yacía como una bola debajo de las sábanas de nuestra enorme cama.
Suspiré profundamente hacia los rizos rubios (que había agarrado y acariciado tantas veces) que estaban repartidos en mi almohada. Cada parte de ella reclamaba cada parte de mí.
Su piel brillaba casi luminiscente en la oscuridad y su frente estaba pellizcada con preocupación. Incluso dormida, su lenguaje corporal me hizo saber que estaba enfadada conmigo.
Y ella tenía todo el derecho de estarlo.
Cuando me dirigí a la oficina esta mañana, le había prometido que estaría de vuelta a tiempo para la cena. Normalmente, era capaz de mantener mis promesas.
Pero hoy no.
Frederick había estado particularmente molesto, pasando los informes y la consolidación de activos de final de año, como si yo no estuviera allí para hacerlo.
¿Le había hecho director ejecutivo para poder pasar más tiempo con Tess y nuestras organizaciones benéficas, por eso él había estado tan firme al trabajar yo más duro hoy?
Desatando mis zapatos de vestir, me los quité en silencio.
No era torpe.
No hacía ruido mientras derramaba mi ropa y me dirigía hacia la cama. Tess nunca sabría a qué hora llegaba a casa o cuánto tiempo había yacido junto a ella.
Todo lo que necesitaba saber era que estaría con ella por la mañana.
Tal vez entonces, hablaríamos.
Tragándome un gemido, me deslicé en las sábanas de algodón fresco y todavía extendidas, calibrando lo inconsciente que estaba ella.
Los latidos del corazón me retumbaban en los oídos, esperando...
Cuando su respiración no cambió ni un crujido indicando que se había despertado, me deslicé más cerca, envolviendo mi brazo alrededor de sus caderas y arrastrando su espalda a mi frente.
Algunos días, la despertaba así. Le mordía el cuello, le tocaba su humedad, y no le daba más remedio que aceptarme.
Pero esta noche no.
Esta noche, estaba cansando y no tenía ganas de jugar.
Todo lo que quería hacer era quedarme dormido con mi esclave en los brazos y tener felices sueños.
No quería estar triste nunca más.
No quería huir de mis pensamientos.
Debería ser feliz.
Era feliz.
Tenía todo lo que podría desear.
Todo no.
Apretando los dientes, eché a un lado esa frustración que me socavaba y me obligué a dormir.

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