martes, 8 de julio de 2014

CAPÍTULO 15

Preston
No pude hacerlo. Cassandra Gregory era una de mis mejores clientas. Me había recomendado a muchas más mujeres, pero joder... dejar a Amanda en mi apartamento e ir a acostarme con esta mujer. La culpa de haber mentido a Amanda y dejarla cuidando a Daisy era bastante difícil. Al recordar lo bien que se sentía el estar dentro de Amanda, tenerla aferrada a mí y que me llamase por mi nombre mientras nos liberábamos era completamente diferente.
Nadie más iba a estar a la altura de eso. La miraba y me sentía mal. No podía hacer esto.
Dejé el Jeep en el estacionamiento de la casa de la playa de Cassandra. Iba a tener que decirle algo. Cualquier cosa para dejar esto de lado. Necesitaba el dinero. Jimmy tenía otra cita con el dentista para el aparato y necesitaba mil dólares por lo menos para eso. Además, tenía que poner ventanas nuevas en las habitaciones de los niños, había dos que estaban rotas. Jimmy me había dicho que se mojaban las paredes y el suelo cuando llovía. Lo último que necesitaba es que la caravana tuviera el suelo podrido.
Mi teléfono sonó, miré hacia abajo para ver el nombre de mi madre en la pantalla. Mierda. No quería hablar con ella ahora, pero si no le hacía caso, podría ir al apartamento mientras yo no estaba y Amanda estaba allí.

"¿Qué?" le dije con rabia al teléfono. Ella tenía la culpa de todo, de tener que estar en esta situación tan difícil.
"Trae a Daisy a casa. Ella está mejor ahora y tengo una rueda pinchada. Necesito neumáticos nuevos."
"Llevaré a casa esta noche a Daisy si creo que está bien. Y si quieres neumático nuevos, busca un puto trabajo."
Mi madre odiaba que le pagara las facturas, pero no le importaba pedirme dinero.
"¿Quieres que lleve a los niños con los neumáticos así? Perfecto, los llevaré a la escuela. Odian el autobús."

Lo hacía a propósito.
Miré hacia la casa en frente de mí. Necesitaba el dinero, siempre necesitaba más dinero. Tendría que haber cobrado en dinero la partida de póquer que gané y no haber cogido esa maldita pantalla plana. No hubiera sido suficiente, pero habría ayudado.

"Iré a por tus neumáticos, pero no lleves a los chicos a ninguna parte hasta que te los lleve."

Colgué el teléfono y lo tiré al asiento del pasajero. Apagué todas las emociones y bloqueé cualquier sentimiento que tenía para Amanda muy dentro de mí, abrí la puerta del Jeep y salí. Esto es lo que había estado haciendo desde hace tres años. Podía hacer esto, tenía que hacerlo.
Tres horas más tarde aparqué el Jeep en mi casa, salí y cerré la puerta detrás de mí. Había tenido el tiempo suficiente en el camino a casa para tranquilizarme. Le di una patada a mi neumático y cerré las dos manos sobre el capó. Respiré profundamente. Me dolía el pecho, tenía el estómago encogido en un nudo y el dinero en mi bolsillo pesaba más que nunca. Antes de tener a Amanda, esto había sido fácil, ahora era enfermizo. Literalmente, era un maldito hijo de puta. Necesitaba sentir todo de nuevo, necesitaba estar cerca de Amanda.
Subí las escaleras de dos en dos. El poder verla y tenerla me pondría mejor.
La mujer que me había pagado destelló en mi mente y me congelé. No podía tocar a Amanda todavía.Tenía que estar limpio. Necesitaba una ducha, la ducha más caliente que pudiera soportar. Amanda no tenía necesidad de estar cerca del sexo barato que yo acababa de tener.
Abrí la puerta y entré. Estaba puesta la televisión de mi habitación, y podía oír a las chicas hablando. Antes de que ninguna de ellas se diera cuenta de que estaba en casa, me dirigí al cuarto de baño.


Amanda

Oí el chasquido de la puerta al cerrarse y esperé a que Preston apareciera en la puerta, pero eso no pasó. Miré por encima de Daisy, que estaba mirando a la televisión.
Me levanté de la cama.
"Ahora vuelvo," le aseguré, cuando volvió la cabeza llena de rizos para mirarme.

Me sonrió y volvió la atención a la televisión.
Cerré la puerta de la habitación cuando salí y fui a la sala. El sonido de la ducha respondió a mi pregunta. Preston había vuelto a casa del gimnasio todo sudado, y quería estar limpio. Me hubiera gustado verlo sudoroso.
Me acerqué a la nevera y saqué el pollo frito y galletas que me había ayudado a hacer antes Daisy. Seguro que Preston tenía hambre después de haber estado en el gimnasio durante tres horas. Encendí el horno y puso una pechuga de pollo y una pierna con un par de galletas en una bandeja del horno, y lo puse dentro. No me gustaba el microondas, estaba más que segura de que causaba todo tipo de problemas de salud.
El agua de la ducha se apagó, y empecé a sentir las mariposas en el estómago mientras esperaba ansiosamente volver a verlo. Era ridículo que estuviera tan emocionada por ello. Sólo había estado ausente tres horas.
Cuando abrió la puerta del baño, salió con nada más que una toalla en la cintura. No había palabras para esto. Sus ojos se encontraron con los míos y sonrió.

"Ey tú," dijo mientras se acercaba a mí.
"Ey," me las arreglé para decir. Mantener los ojos fuera de su cuerpo y mirarlo a la cara era otro problema.
"Algo huele bien." Miró hacia el horno y luego a mí. "¿Sabes cocinar?"
"Puede ser."
Preston bajó la cabeza hasta que su boca cubrió la mía. "Sexy como el infierno y encima cocinas. Maldita sea, cariño."
Riendo, me puse de puntillas para besarle la boca antes de dar un paso atrás y revisé el pollo.
"Daisy me ayudó," le dije.
"¿En serio? Pienso que necesitas revisarlo otra vez," dijo con una sonrisa maliciosa en su rostro mientras volvía.
"Necesita unos minutos más," le expliqué.
"Estaba admirando la vista."
Dejé que mi mirada viajara por su cuerpo húmedo, apenas cubierto, a continuación, volví a empezar de nuevo. "Yo podría decir lo mismo," le dije.
Los ojos de Preston se oscurecieron y ardieron al instante. "Como me mires así otra vez, te lanzo y te pongo encima del fregador."
Di un paso hacia él. "¿Es una amenaza o una promesa?"
Preston alcanzó mi cintura y me tiró contra él, cuando la puerta de la habitación se abrió. Daisy saltó fuera, sonriendo.
"Peston," gritó en señal de saludo, y luego vi una pequeña mueca. "¿Dónde etá tu ropa?"
Me tapé la boca para sofocar la risa y fui a coger algo para no quemarme, para sacar la comida de Preston del horno.
"Es verdad, Daisy May, tengo que ir a por ella. Acabo de ducharme."
"Te hemos hecho la coida," dijo ella alegremente, señalando la comida que estaba poniendo en un plato para él.
"Y parece deliciosa. Gracias chicas, por cuidar de mí. Voy a buscar algo de ropa, y voy a comer."
"Buena idea," Daisy estuvo de acuerdo.
Observé a Preston caminar hacia la puerta de la habitación, qué bonita vista tenía de él por detrás. Necesitaba un ventilador.
"¿Le has dicho algo sobe el pastel de maní?" preguntó Daisy en un susurro después de que Preston cerrara la puerta.
"No. Le sorprenderemos con él, ya que te costó mucho hacerlo."
Daisy aplaudió e hizo un pequeño baile feliz. Sabía que no iba a ser capaz de comerse toda la comida antes de que sacara la tarta de la nevera.
"¿Por qué no me ayudas a ponerle algo de beber?"
Daisy fue al lavavajillas, sacó un vaso limpio y me lo dio. "A él le gusta la cerveza, creo. Porque Jimmy lo dijo, pero no ceo que sean las mismas que toma mamá. No le gusta cuando ella bebe esas cosas."
Dios la bendiga. Era tan pequeña y sabía tanto ya... No iba a ser yo la que le dijera que Preston bebía cerveza.
"¿Y el té dulce que hice antes? ¿Crees que le gustaría?" Tenía la esperanza de que sí. Abrí la nevera y empujé las Bud Lights al fondo de la nevera y puse el zumo de naranja delante antes de que Daisy se diera cuenta.
"Está muy rico el té dulce. Ceo que le gutará," respondió ella.

Terminé de echar el té y puse un plato en la mesa con la ayuda de Daisy, justo a tiempo para que él saliera pavoneándose de la habitación con una ajustada camiseta azul que hacía juego con sus ojos, y unos jeans de cintura baja. Esa mirada debería ser ilegal.
Sus pies estaban descalzos y bronceados. No había prestado mucha atención a ellos antes, pero ahora sabía que incluso tenía los pies sexys.

"¿Debo quedarme quieto hasta que hayas terminado?" bromeó Preston. Subí la cabeza y me encontré con su mirada divertida. "No pares, lo estaba disfrutando. Por favor, continúa."
No pude evitarlo, me eché a reír. Se había dado cuenta de que le estaba comiendo con los ojos.
"Te vistes así, y es difícil no mirar," le contesté, y me alejé de él para sacar las cosas del lavavajillas.
"¿Qué hay de malo en sus ropas?" preguntó Daisy, confundida.
Abrí la boca para decirle algo, pero Preston se me adelantó.
"Nada, Daisy May. Creo que a Manda le gusta cómo me queda la ropa."
Subí la cabeza y sus centelleantes ojos se encontraron con los míos.
"Si le gusta, etonces deberías estar con ella más. Ella es dulce, divertida y guapa, puedes traela contigo cuando vienes a venos."
Al escuchar esa pequeña voz emocionada me dieron ganas de ir a abrazarla con fuerza y asegurarle que me vería de nuevo. Todavía no había dicho nada sobre su madre o incluso mencionado su casa. Esto valía más que todo lo demás. Me rompió el corazón.
"Esa es una buena idea, Daisy May. Tal vez debería vestirme así todos los días. Podríamos ir ella y yo a por vosotros para comer una hamburguesa en algún momento."
Daisy saltó con entusiasmo sobre las puntas de sus pies. "Sí, sí, por favor." Ella se volvió hacia mí. "¿Te gusta en otra ropa o sólo en esa?" La sinceridad de su pregunta me hizo sonreír. Ella iba a hacer campaña para conseguir que Preston se vistiera así todos los días sólo para poder verme de nuevo. Si no hubiera entrado ya en mi corazón, lo habría hecho ahora.
"En realidad, Daisy, creo que se ve bien siempre. Sólo que él me ha pillado mirando esta vez."
Los ojos de Daisy se abrieron como platos, y una sonrisa estalló en su cara cuando se volvió para mirar a Preston. "Le gustas, y ella es realmente, realmete guapa y divertida."
Daisy me estaba vendiendo a Preston. No podría ser más dulce...
"Ella huele muy bien también, y también me encantan vuestros pelos rubios," agregó Preston, echándose hacia atrás en su silla y observándome.
"Ella huele bien," estuvo de acuerdo ella. "Y el té dulce que hace es delicioso."
Preston asintió. "Sí, ella tiene todo tipo de cosas que son muy ricas."
Apreté los labios para no reír, y me apoyé en una cadera contra el mostrador para ver cómo ellos dos me observaban.
"Y también sabe cantar, me cantó a mí todo tipo de canciones."

Los ojos de Preston se agrandaron ante la declaración de la pequeña. Mierda. No tenía intención de que eso lo supiera él.
Había cantado para ella, porque me lo pidió y pensé que nadie le había cantado antes. Le dejé que se arrastrase en mi regazo, y le había cantado todas las canciones que me pidió.

"¿En serio?" preguntó Preston con una sonrisa pícara. "Mmm, no lo sabía. Supongo que será el factor decisivo. Amanda tendrá que cantarme antes de decidir si quiero tenerla cerca."
Daisy parecía contenta con eso. "¡Hurra! La mantendrás cerca, ella canta muy bonito."
Temía el momento en el que estuviera sola con él.

El teléfono de Preston sonó, y él se tensó inmediatamente. El aspecto divertido de su cara había desaparecido. ¿A quién esperaba?

Metió la mano en el bolsillo, sacó su teléfono y dejó escapar un suspiro. "Te tengo que llevar a casa dentro de un rato. Déjame que coma primero."
Oh no, era su madre. No estaba dispuesta a darle a Daisy de nuevo a esa mujer.
"Treinta minutos."
Colgó el teléfono y miró a Daisy. "Mamá está lista para que vuelvas a casa, Daisy May. ¿Por qué no recoges tus cosas mientras termino?"
La carita de Daisy se puso triste, pero no discutió. Asintió con la cabeza y se dirigió al dormitorio.
La observé hasta que se perdió de vista y luego me volví a mirar a Preston. "¿Tiene que irse?" le pregunté en voz baja.
Preston frunció el ceño y asintió con la cabeza. "Sí." A él tampoco le gustaba.
"¿Crees que estará bien? ¿Tu madre se acordará de darle los antibióticos todos los días? Es muy importante que se los tome."
"Jimmy se asegurará de que se lo tome todo. Es bueno con cosas como esas."

Las lágrimas me picaron en los ojos, tenía que irme antes de que me pusiera a llorar y Daisy me viera. Fui al baño y abrí el baño para enmascarar mi llanto. La idea de enviar a Daisy de nuevo a esa vieja y sucia caravana con una madre a la que no le importaba era horrible.

"Ey." Preston abrió la puerta del baño y entró. "Ven aquí." Me dio un abrazo y apoyó la barbilla en mi cabeza. "Sé que esto es una mierda, pero te prometo, que estará bien. Vamos a volver a verla. Joder, si dejas de llorar, le conseguiré un teléfono a ella también y así podréis hablar las dos."
Asentí con la cabeza. Me gustaba la idea. "Vale."
"¿Quieres que le consiga un teléfono?" me preguntó.
"Sí."
Preston se rió entre dientes. "Hecho, pero ahora deja de llorar. Puedo comprobar si están bien una vez a la semana."

No quería que se sintiera como si estuviera fallando cuando era obvio que estaba haciendo todo lo posible para cuidar de ellos. Si tenía un trabajo de verdad, no sabía cuál era. Tenía la universidad y el béisbol. Tenía dinero. Había empezado a preguntarle sobre eso cuando se abrió la puerta del baño y Daisy se quedó allí con el ceño fruncido.

"¿Pasa algo malo?"
No podía hacerle saber porqué había estado llorando. Sonreí y me aparté de los brazos de Preston. "Nada. Se me ha metido algo en el ojo y he venido aquí a quitármelo." Me di la vuelta y cerré el agua.
"¿Por qué te abazaba Preston?" La pequeña no se perdía nada.
"La echaba de menos," respondió Preston.
Daisy parecía estar de acuerdo con esa respuesta, así que asintió. "Están ya mis cosas listas para inos."
"Muy bien, mi Daisy May, déjame terminar de comer y nos vamos."
"Pero, ¿qué pasa con su sopresa?" me preguntó Daisy mirando a la nevera con suerte.
"Creo que ahora sería un momento increíble para su sorpresa," contesté. Ella dejó caer su bolso y corrió para recuperar la tarta de mantequilla de maní de la nevera. Preston me lanzó una mirada inquisitiva y me limité a sonreír.
"Hice un gan esfuezo. Pregúntale a Manda," informó Daisy, a la vez que le tendía la tarta de mantequilla de maní con orgullo.
"¿Me has hecho una tarta?" preguntó Preston con asombro en la voz mientras se agachaba a su nivel.
"Sí, la he hecho."
Preston se inclinó y la besó en la mejilla. "Apuesto a que va a ser la mejor tarta de mantequilla de maní que he probado."

Daisy sonrió hacia él, y en ese momento, Preston Drake era absolutamente perfecto.

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