lunes, 8 de diciembre de 2014

CAPÍTULO 1

Starling
“¿A dónde me llevas, Brax?” me sale una risita mientras mi novio de dos años, cogía la maleta de mis manos y sonreía.

Cruzamos el umbral del aeropuerto y los nervios revolotean en mi estómago.
Hace una semana, Brax me sorprendió con una cena romántica y un sobre. Lo agarré y le abracé hasta casi asfixiarlo cuando saqué dos billetes de avión con los destinados oscurecidos por un subrayador.
Mi dulce y perfecto novio, Brax Cliffingstone me llevaba a algún lugar exótico. Y eso significaba conexión, sexo y diversión. Lo necesitaba urgentemente.
Brax nunca había sido capaz de guardar un secreto. No sabía mentir, porque cada vez que mentía sus ojos azules se movían hacia arriba y hacia la izquierda, y sus orejas se ponían rojas.
Pero, de alguna manera, no me dijo nada de las misteriosas vacaciones. Como cualquier mujer de veinte años, busqué en nuestro apartamento sin piedad. Asalté el cajón de su ropa interior, el compartimento de la PlayStation y todos los otros escondites secretos donde podría haber guardado las reservas del avión. Pero, a pesar de mi espionaje, no encontré nada.
Así que, mientras estaba de pie en el aeropuerto de Melbourne, con mi sonriente novio y con nervios en mi corazón, sólo podía sonreír como una idiota.

“No te lo voy a decir. La azafata del avión puede arruinar mi sorpresa.” Él se rio entre dientes. “Si fuera por mí, no te lo diría hasta que llegásemos al complejo.”
Dejó caer la maleta y me arrastró hacia él con una sonrisa. “De hecho, si pudiera, te vendaría los ojos hasta que llegásemos allí, eso sí que sería toda una sorpresa.”

Me imaginé imágenes calientes y sexys de Brax vendándome los ojos, llevándome más o menos, a su merced.
Oh, Dios, no vuelvas allí de nuevo, Tess. Ibas a bloquear pensamientos de ese tipo, ¿recuerdas?
Ignorándome, me quedé sin aliento cuando los dedos de Brax me rozaron. Me estremecí.

“Podrías hacerlo, ¿sabes?” le susurré, bajando los párpados. “Podrías atarme…”
En lugar de abalanzarse y besarme como un loco para ofrecerle la oportunidad de dominar, Brax tragó saliva y me miró como si le hubiese abofeteado con un pescado muerto.
“Tess, ¿qué demonios? Esta es la tercera vez que has bromeado con la esclavitud.”

El rechazo me aplastó, y miré hacia abajo. Había estado un hormigueo entre mis piernas, pero Brax me empujó de nuevo a la caja de donde había salido. Fuera de la caja era la novia perfecta e inocente que haría cualquier cosa por él.
Quería una nueva etiqueta: novia que haría cualquier cosa por ser atada, azotada y follada por todo lo que adoraba.
Brax parecía muy decepcionado y me odiaba a mí misma. Tengo que parar esto.
Me recordé a mí mismo durante tres segundos, que la maravillosa relación que tenía con este hombre era mucho más importante que el juego en el dormitorio.

Murmuré, “Ha pasado mucho tiempo. Casi un mes y medio.” Recordé la fecha exacta cuando tuvimos sexo sin brillo, en la típica postura del misionero.

Brax había echado horas extras, mi curso de la universidad exigió una gran cantidad de capacidad intelectual, y de alguna manera, la vida se volvió más importante que un rollo debajo de las sábanas.
Se quedó inmóvil, mirando a nuestro alrededor, a la gente.

“Un gran momento para sacar el tema.”
Me movió hacia un lado, mirando a una pareja que se acercaba demasiado.
“¿Podemos hablar de esto más tarde?” Agachó la cabeza y me besó en la mejilla. “Te amo, hun. Cuando no estemos tan ocupados, tendremos más tiempo para estar a solas.”
“¿Y estas vacaciones? ¿Me llevas como la novia que adoras?”
Brax sonrió y me envolvió en un abrazo.
“Todas las noches. Tienes que esperar.”

Sonreí, dejando que la anticipación y la felicidad disiparan la angustia. Brax y yo queríamos cosas diferentes en el dormitorio, y esperaba no arruinarlo todo por eso.
Mi sangre hervía a fuego lento por cosas que no eran precisamente dulces. Cosas que no tenía el valor de decir. Cosas pecaminosas que me ponían muy caliente, y no eran simples besos.
Y de pie en sus brazos, en un lugar público, con esa sonrisa sexy en su boca, y las manos en mi cintura, me estremecí. Este viaje sería exactamente lo que necesitábamos.
Él rozó sus labios contra los míos, sin lengua, y tuve que apretar mis piernas para detener las vibraciones que amenazaban por apoderarse de mí. ¿Hay algo malo en mí? Seguramente, no debería ser así. Tal vez había una cora, algo para no tener tanto deseo.

Brax me echó hacia atrás y me dijo sonriendo. “Eres hermosa.”

Mis ojos miraron su boca, y respiré más rápido. ¿Qué haría Brax si lo empujara contra la pared y lo tentara en público? Mi mente volvió a esa fantasía.
Tragué saliva, luchando contra esos pensamientos demasiado tentadores.

“Tú tampoco estás tan mal,” bromeé, tirando de su camiseta azul celeste que hacía juego con sus ojos.

Amaba a este hombre, pero le echaba de menos al mismo tiempo. ¿Cómo era posible?
Había una vida entre nosotros: el curso de la universidad me robaba cinco días a la semana, por no hablar de los deberes, y el jefe de Brax consiguió un contrato para construir un edificio en el corazón de la ciudad.
Cada mes daba paso al siguiente, y hacer el amor se convirtió en la música de fondo de Call of Duty para la PlayStation, y dibujo arquitectónico era un crédito adicional que había firmado.
Pero todo eso iba a cambiar. Nuestra vida juntos mejoraría, porque iba a seducir a este hombre. Había echado en las maletas sorpresas traviesas para enseñárselas a Brax y que viese lo que me enciende. Tenía que hacer esto para salvar mi cordura, para salvar mi relación.
Los dedos de Brax me apretaron la cintura y se apartó, agachándose para coger las maletas otra vez.
Si quería seducirlo, ¿no es mejor sólo ir a por él? Planificar y soñar se sentía mal mientras estaba de pie justo enfrente de mí.
Dejé caer mi bolso y cogí las solapas de su chaqueta color beige, tirando de él hacia mí.
Aplasté su boca con la mía. Sus ojos brillaron mientras me inclinaba hacia adelante, presionando todo mi cuerpo contra el suyo. Me siente. Me necesita.
Sabía a zumo de naranja, sus labios eran cálidos, tan cálidos. Mi lengua intentó encontrarse con la suya, pero las manos de Brax aterrizaron sobre mis hombros, sosteniéndome.

Alguien aplaudió y dijo. “¡Le estás atacando, chica!”
Brax dio un paso atrás, mirando por encima de mi hombro al espectador. Él me miró y vi enfado en sus ojos.
“Bonito espectáculo, Tess. ¿Hemos terminado? ¿Ya podemos ir a registrarnos?”
La decepción se apoderó de mi vientre como una pesada roca. Él sintió mi estado de ánimo -como siempre hacía- y me abrazó de nuevo.
“Lo siento. Sabes que odio las demostraciones de cariño en público. Cuando estamos nosotros solos, soy todo tuyo.”
Sonrió y asentí.
“Tienes razón. Lo siento. Estoy tan emocionada por irme de vacaciones contigo.”

Bajé la mirada, dejando que mis rizos rubios cubrieran mi cara.
Por favor, que no me vea el rechazo en los ojos. Brax solía decir que mis ojos le recordaban a las plumas de paloma como el ave blanca volando a través del cielo. Podía ser muy poético, mi Brax. Pero no quería más poesía. Quería... no sabía lo que quería.

Él se rio entre dientes. “Tienes razón, yo también estoy así.” Alzó una ceja y nos dirigimos hasta el registro de entrada. La chica que dijo antes que le estaba atacando, me guiñó el ojo y me subió el pulgar.

Sonreí, ocultando el dolor residual que el ataque me había inspirado. Nos pusimos en la cola y miré a mi alrededor. Eran como peces en un estanque. El ambiente de aeropuerto nunca dejaba de excitarme. No es que haya viajado mucho, pero antes de empezar el curso universitario, viajé a Sydney para estudiar la arquitectura de allí, y esbozar. Me encantaba esbozar edificios.
Cuando tenía diez años, mis padres me llevaron a mi hermano y a mí a Bali durante una semana. No es que fuera divertido ir de vacaciones con mi hermano de treinta años, y unos padres que me despreciaban.
Me hacía daño pensar en ellos. Cuando me mudé con Brax hace dieciocho meses, me aparté completamente de mis padres. Después de todo, tenían casi setenta años, y se centraban en sus "cosas importantes" en vez de en mí, que había venido con veinte años de retraso. Era un error terrible, así es como me recordaban.
Habían estado tan horrorizados en el embarazo, que rápidamente demandaron al médico que le hizo la vasectomía a mi padre.
Y el viejo enemigo, el rechazo, gobernó mi vida. Supuse que la desesperación por conectar con Brax era una manera de confimar que alguien me necesitaba. No es que quisiera intimidad, es que la necesitaba. Necesitaba sentir sus manos sobre mí, su cuerpo con el mío. Era un deseo que nunca me dejaba en paz.
Parpadeé, poniendo lo imposible juntos. Necesitaba a Brax porque necesitaba ser reclamada.
Oh, dios mío, ¿soy yo la que ha metido la pata?
Seguí a Brax, como en un sueño, al mostrador y le dejé poner la maleta en el peso.

“Buenos días. Billetes y pasaportes, por favor,” dijo la chica que llevaba un uniforme elegante.
Hurgando con las etiquetas de equipaje, Brax me preguntó: “Cariño, ¿puedes darle los billetes? Están en mi bolsillo trasero.”

Saqué la cartera de viaje del bolsillo de sus holgados vaqueros. Aunque Brax tenía veintitrés años, todavía vestía como un adolescente.
Apreté su trasero. Sus ojos brillaron y frunció el ceño.
Forcé una sonrisa brillante, y entregué nuestra documentación a la chica.
Ni siquiera comprobé a dónde íbamos, estaba demasiado centrada en ignorar las punzadas de tristeza. ¿Era demasiado sexual? Mis temores tenían razón. Estaba mal hecha.

“Gracias.” La chica bajó los ojos, mostrando unos párpados con mucha sombra. Su cabello castaño estaba peinado hacia atrás en un moño apretado, y parecía de plástico con tanta laca en el pelo. Se mordió los labios y sacó muchos billetes antes de comprobar nuestros pasaportes.
“¿Queréis que vuestras maletas estén en el portaaviones todo el camino hasta Cancún?”
¿Cancún? Mi corazón se aceleró. Guau. Brax se había superado a sí mismo. Nunca hubiera pensado que viajaría tan lejos de casa. Me volví y le besé en la mejilla.
“Muchas gracias, Brax.”
Su rostro se suavizó y me cogió la mano.
“De nada. No hay mejor manera de celebrar nuestro futuro que ir a un país que valora la amistad y la familia.” Se inclinó más cerca. “Leí que los domingos, las calles se llenan de gente bailando. Todo el mundo queda conectada por la música.”

Por esto lo amaba, a pesar de no estar completamente satisfecha, Brax sufría las mismas inseguridades. No tenía a nadie más que a mí. Sus padres murieron en un accidente de coche cuando cumplió diecisiete años, era hijo único.
Brax poseía el apartamento en el que vivíamos, lo pagó gracias al seguro de vida y el husky de su padre, Blizzard, vino con él.
Blizzard y yo no nos podíamos ni ver, pero Brax amaba al perro como si fuera un oso de peluche, así que toleré a la bestia y mantuve mis cosas lejos de su alcance.

“Eres el mejor.”

Capturé su barbilla y le di un beso, sin importarme que se sintiera incómodo. Joder, la pareja que estaba a nuestro lado parecía que estuvieran a punto de acostarse, y comparados con nosotros, un beso en la boca no era nada.

La chica suspiró por encima del mostrador. “¿Es vuestra luna de miel? Cancún es increíble. Mi novio y yo fuimos hace unos años. Es muy caluroso y divertido. Y la música es tan sexy, que no podíamos quitarnos las manos de encima.”
Me vinieron imágenes a la cabeza de cuando me pusiera el nuevo bikini sexy que me había comprado, dando vueltas alrededor de Brax. Tal vez un cambio de escenario podría amplificar nuestra lujuria.
Le dije, “No, no es nuestra luna de miel. Sólo es una celebración.”

Brax sonrió, con los ojos brillantes.
Una idea me pasó por la mente. ¿Este viaje era especial? ¿Brax iba a pedirme matrimonio? Esperé a que la alegría me llenara el corazón al pensar en que me iba a convertir en la señora Cliffingstone, pero una oleada de comodidad me llenó. Diría que sí.
Brax me necesitaba, con él estaba a salvo. Yo le quería igual.
Se hizo el silencio mientras la chica tecleaba en el ordenador e imprimía nuestras tarjetas de embarque. Después de etiquetar las maletas, nos devolvió los pasaportes.

“Sus maletas estarán en el portaaviones todo el camino hasta México, pero pararéis en Los Ángeles durante cuatro horas. Por favor, id a través de inmigración y pasar a la sala de embarque. Embarcarán a las once y media.”
Brax cogió la documentación y se colocó la bolsa del pórtatil. Me cogió la mano y dijo, “Gracias.”

Teníamos poco más de una hora antes de embarcar. Podíamos hacer un montón de cosas para hacer, pero dudaba que Brax quisiera.
Pero nos íbamos a México, nos esperaban un país y una cama diferentes. Podía esperar.

Me hice a la idea de que esta noche marcaría un nuevo comienzo para nosotros. Adiós alegría, hola lujuria. Nuestra relación va a rugir con el amor y la llama. Me aseguraría de ello. Sí, las cosas esta noche serían diferentes. Necesitaba que fueran diferentes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario